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martes, julio 25, 2023

El topo

Ya he confesado en alguna ocasión que tengo una especial debilidad por el tema del espionaje. He devorado unas cuantas novelas de John Le Carré, algunas otras que trataban sobre historias reales con espías de verdad y todas las películas que he podido que han tratado sobre este asunto. Así es que, espero que con estos antecedentes se entienda que al abordar el asunto del que voy a escribir, empiece con esa pequeña aclaración. Se entenderá más adelante. Además, todo el mundo sabe qué es un topo en sentido figurado. El diccionario de la RAE lo define así: “Persona que, infiltrada en una organización, actúa al servicio de otros.”

También soy partidario de que, tras un evento, ya sea un partido de fútbol, de tenis o, como en este caso, unas elecciones, se analice el porqué de los resultados, ya sean victoriosos o no. A veces una victoria puede dar una visión desenfocada de la realidad y, sin embargo, de una derrota puedes aprender. Por ejemplo, la victoria pírrica del PP debe hacernos reflexionar si se han cometido errores y en ese caso, si se pueden resolver. Todo eso, al margen de pucherazos y maniobras rastreras, que tampoco son descartables.

Para entender algo mejor por qué estamos en mitad del barro, tal vez sea bueno echar la vista un poco atrás, tampoco mucho. Por ejemplo, el panorama en 2011 todavía se basaba fundamentalmente en el bipartidismo (PP-PSOE) con apoyos puntuales para asuntos clave.




Pero en las siguientes, las del año 2015, apareció un elemento distorsionador que es una de las razones de que estemos en donde estamos: PODEMOS y sus adláteres y marcas blancas.

Como se aprecia en la imagen de más abajo, al comparar los resultados del año 2011 con los del 2015, en este último aparecen de sopetón, una nada desdeñable lista de partidos que antes no estaban, entre ellos PODEMOS, que además de tener ya representación en Bruselas, obtiene 42 escaños en el Congreso. La mayoría de esos partidos nuevos son de izquierda extrema y en realidad, dinamitan el mapa político que conocíamos hasta ese momento.



En esas mismas elecciones de 2015, Ciudadanos da el salto a la política nacional con 40 escaños. Por el contrario, UPyD, de Rosa Díez, desaparece del mapa. Y por primera vez aparece VOX, aunque sin representación parlamentaria.

Es a partir de aquí cuando el mapa español se fractura en mil reinos de taifas, aunque siempre en dos bloques condenados a no entenderse, algo de lo que los partidos de izquierdas, sobre todo PODEMOS, se encargarán de promover. Regresa el lenguaje previo a la guerra civil; el desenterrar a los muertos, pero sólo los del bando rojo; el traslado de algunos y, en definitiva, retrotraer a la población a una vida que la mayoría no ha conocido salvo de oídas.

Esa estrategia diseñada por Pablo Iglesias es lo que él mismo denomina “generar tensión” y es el caldo de cultivo basado en el odio en el que se basa su éxito, al menos en ese momento.

De todas formas, tras el terremoto del 2015, el peor parado, al final, ha sido el bloque de derechas. De hecho, a los pocos meses y dado un bloqueo institucional, por primera vez tuvimos que ir a nuevas elecciones en 2016. Y aquí es cuando se armó el lío.

El PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza, había cosechado los peores datos de su historia, por segunda vez consecutiva, todo lo cual no era un obstáculo para el ínclito Sánchez para intentar gobernar. El resto de la historia es bien conocida.

Con el paso de los años y las elecciones parece que hemos asumido este panorama caótico cuyo último ejemplo es el engendro llamado SUMAR, formado a su vez por 15 formaciones políticas en lucha permanente por ver quien es más comunista que el de al lado. A pesar de eso, aunque en el bloque de la extrema izquierda haya docenas de partidos pugnando incluso entre ellos por ver quién come caliente, al final, se las ingenian para aparecer en la foto, aunque para ello tengan que asesinar a su Julio César tantas veces como fuere menester.

Pero en el bloque de la derecha, no ha sucedido lo mismo.

Las sucesivas irrupciones fugaces y posteriores desapariciones fulgurantes de partidos como Ciudadanos y UPyD; la puñalada del PNV en la posterior moción de censura, traicionando la estrategia histórica de consenso que había mantenido con el gobierno central; el lanzarse al monte de los catalanes con Artur Más a la cabeza y abandonar sus históricos pactos con los gobiernos centrales de todo signo político. Todo ello, ha ido dejando huérfano al PP que intenta mantenerse como puede, aunque cada vez más aislado.

Y para colmo de males, al final, una vez ya desaparecidos C’s y UPyD, irrumpe VOX. Es decir, la derecha se ha ido deslizando cada vez más hacia la derecha en la misma medida que lo ha hecho la izquierda hacia la izquierda, pero el dogmatismo hace milagros y favorece a la extrema izquierda y no a los otros. No importa si el “tito Berni” se ha ido de putas con dinero público; no importa si al PSOE y la Junta de Andalucía son condenados por los falsos ERE’s. Lo que importa es saber si Bárcenas cobró sobres en negro hace 20 años o si Feijóo se hizo una foto con un traficante hace 30.

Así es que, así las cosas, habrá que descartar que, de momento, al PP le dejen ganar por mayoría absoluta. Resulta un muro infranqueable luchar contra todos y ganar. No es una cuestión de Feijóo, de Juanma Moreno o de Ayuso, es un asunto mucho más profundo. Es un sistema diseñado para que sólo pueda gobernar la extrema izquierda, es decir, todos aquellos que quieren abolir la Monarquía, someter a la Justicia a sus veleidades, incluso presumiendo de ello, y destruir el espíritu conciliador que inspiró la Constitución. Los que están dispuestos a despenalizar la malversación de caudales públicos; los que consideran que dar un golpe de estado es algo político, simplemente porque no hubo disparos, etc. etc. etc. Y si para ello hay que gritar en la sede del PSOE eslóganes de la guerra civil, pues se grita, que para eso han perdido.

Todos ellos desprecian la Constitución diciendo que es vieja, antigua y que ya está obsoleta, que España ha cambiado y que la Constitución necesita modernizarse. Los principales detractores de la Carta Magna son tanto vascos como catalanes, olvidando, que tanto unos como otros, estuvieron representados en la redacción de la misma a través de Miquel Roca que hablaba en nombre de: CDC, UDC, PSC-R, EDC y ERC. Lo mismo cabe decir de los comunistas que contaron con Jordi Solé Tura como otro de los firmantes de la Constitución.

En la redacción de nuestra Constitución no falta nadie porque a nadie se excluyó. Y, sin embargo, año tras año, el 6 de diciembre, la Constitución es vilipendiada por comunistas, vascos y catalanes, - entre otros - que la desprecian ausentándose de las celebraciones que se realizan en el Congreso y olvidando que gracias a esa misma Constitución que ellos desdeñan, son los legales representantes de sus electores e incluso presidentes de Comunidad Autónoma.

La idea que tienen de España – suponiendo que tengan alguna – pasa por bordear la Carta Magna, pero sin que se note mucho. Y ¿cómo se consiguen todos esos objetivos? Pues sencillo: colocando a un topo en La Moncloa y a un esbirro en el Tribunal Constitucional: Conde Pumpido.

Destruirá la Constitución desde dentro. No hará falta referéndums de independencia, les otorgará tantas competencias que no necesitarán esa declaración, y mientras tanto, sus peticiones y exigencias para sangrar al Estado, para chantajear al Estado, serán cada vez más intensas.

¿Catastrofista? Los de Troya se alegraron mucho por el regalo del caballo.

Y la pregunta ¿hasta dónde estamos dispuestos a aguantar?



domingo, julio 09, 2023

Sobre censuras

Como parte de la campaña política de las próximas elecciones del próximo 23 de julio, algunos de esos que se autodenominan progresistas, están enarbolando la bandera de la lucha contra una supuesta censura y, cómo no, en pro de lo que ellos entienden por libertad de expresión. En realidad, lo que esta gente califica como censura no es más que una llamada a la lógica, al buen gusto y a la normalidad. Lo de salir al escenario en pelotas quedará muy bien, siempre y cuando lo exija el guion, que era la frase preferida de las actrices españolas en la época del cine llamada “del destape”. Pero de ahí tampoco se puede inferir que cada vez que a alguien se le ocurra salir en bolas, los demás no tengamos derecho a protestar o incluso a protegernos. Nosotros, los que no nos autodenominamos progresistas, también tenemos nuestros derechos y al parecer, con esta errónea manera de entender la vida, los únicos que tienen derechos son los que abusan de nuestra condescendencia.

Y como suele ocurrir en infinidad de ocasiones, estos mismos que claman por sus derechos y su libertad de expresión, consideran que dichos derechos y libertades les pertenece en exclusiva, porque para eso son “progres” y ya se sabe que el progreso está por encima de todo lo demás. Supongo que debe ser esa mentalidad la que ha llevado a la Yoli Carolina Herrera, la propuesta de expulsar del periodismo a los informadores que "manipulen y desinformen". Pues si eso no es censura, ya me contarás.

Entonces, deduzco, que de lo que se trata no es de abolir la censura sino de imponer una censura sobre otra; es decir, de imponer SU censura sobre cualquier tipo de información que contraríe lo que los progres consideran incuestionable. Curioso. Esta manera de pensar es la que mantienen todas las religiones del mundo, además de que es la base de cualquier régimen totalitario.

Lo de controlar qué información ve la luz y qué debe ocultarse es una obsesión de los partidos totalitarios o neo-totalitarios, entre los cuales tengo que incluir al PSOE de Sánchez. Es este giro hacia posiciones extremas – da igual que sean de derechas o de izquierdas, porque ambas buscan lo mismo – lo que motivó en su momento la creación del llamado “ministerio de la verdad”.

“El Gobierno de Pedro Sánchez ha creado un organismo para vigilar las «noticias falsas» difundidas por internet, a cuyo frente figuran dos altos cargos de La Moncloa: el jefe de gabinete del presidente y el secretario de Estado de Comunicación. La orden publicada en el BOE reserva al Ejecutivo la potestad de determinar qué informaciones son erróneas y cuáles no, sin precisar los criterios en los que se ha de basar tal decisión.” (Diario La Verdad – 7/11/2020)

Y a lo que se ve, Yoli CH sigue en sus trece, llegando a sugerir la inhabilitación a perpetuidad de quien osara cometer tamaño delito. Llama la atención que, en cuestiones de principios éticos, la Yoli no se haya pronunciado sobre los políticos corruptos, los malversadores o los que abusan de menores tuteladas, pero sí contra ciertos periodistas. En fin, cosas del progresismo.

Durante la pandemia y el confinamiento, por cierto, ilegal, al que nos sometió Sánchez, éste puso un especial interés en la eliminación de todo aquello que el gobierno consideró calificarlo de bulo. Cierto es que los hubo, pero en un país libre y democrático la desinformación no se combate con restricciones o censura; se combate con más datos, con más verdad. Pero Sánchez prefirió amargarnos la sobremesa de los fines de semana, con unas intervenciones maratonianas en televisión, al más puro estilo Fidel, en las que, en su opinión, esa era la única verdad en la que había que creer. Estaba tan convencido de que estaba en posesión de la verdad absoluta, que nunca admitió preguntas y cuando lo hizo, fue filtrando los medios que formulaban las cuestiones y las preguntas que más le interesaban; o sea, una censura de facto.

Más tarde y por si no hubiéramos tenido suficiente, Sánchez se las arregló para cerrar el Congreso - con la excusa de la pandemia-, durante 6 meses. Tiempo más que suficiente para que el gobierno siguiera emitiendo decreto tras decreto, a la vez que nadie le podía pedir cuentas porque el parlamento estaba cerrado. Otra forma de censura.

Cuando a Sánchez se le ha pedido que publique los gastos ocasionados por sus permanentes viajes en Falcon, ha decidido que esa información es secreto de Estado y que, por tanto, no puede hacerse pública. O sea, más censura.

Durante la pandemia y las medidas de confinamiento, se nos hizo creer que había un comité de expertos del que, a pesar de la insistencia de los informadores, nadie conocía sus nombres y responsabilidades o experiencia. Se nos dijo que era para protegerlos de las presiones externas. Finalmente, supimos que jamás hubo ningún comité de expertos, o que el único que formaba parte de él era el mismo tarado que vaticinó que en España habría un caso o dos de COVID.

Eso también es censura.

Si la desinformación fuera delito, Tezanos estaría condenado a la perpetua.

Lo irónico del tema es que ahora, Sánchez se queja de que han sido los medios de comunicación los que han desprestigiado su imagen.

Censurar es hurtar a la población más joven su propia historia, eliminando aquellos hechos que no interesan por razones oportunistas, tergiversando, manipulando o retorciendo el resto hasta hacer la historia irreconocible. Ese es el objetivo de la llamada ampulosamente la “ley de memoria democrática”.

Censurar es enterrar el asunto de las cuarenta maletas de Delcy Rodríguez en Barajas y mentir siete veces a los españoles.

Como vemos, una vez más se da la circunstancia de que los que ahora se quejan amargamente de ser víctimas de una supuesta censura, son los mismos que llevan tiempo aplicando una férrea censura sobre todo aquello que les concierne directamente y han decidido mantener en la más absoluta oscuridad.

Para terminar, lo haré con una frase atribuida a uno de los personajes que siempre está en boca de todos los llamados progresistas:

¿Es que ha visto usted algún censor que no sea tonto?

Francisco Franco Bahamonde