martes, noviembre 15, 2016

Los indefensos



Según el famoso dicho popular, a perro flaco todo se le vuelven pulgas. El problema es que las pulgas van a parar casi siempre sobre los mismos lomos; sobre los lomos de los más desfavorecidos que en muchas ocasiones, se ven indefensos ante las tropelías, desmanes y abusos que los llamados poderes fácticos, o sea, la Administración, los bancos y demás macro organismos, cometen sobre ellos.


Digamos que se llama Noelia. 


Noelia, que hubo un tiempo en el que tuvo una vida normal, como la mayoría de los seres humanos, - no perra como la de ahora - se levantó un día de la cama y se dio cuenta de que todo había desaparecido. Todos los ahorros de los que disponía, se habían evaporado, como por arte de un maleficio. Y a partir de ese día, comenzó a sufrir y padecer lo que hasta entonces sólo había oído de referencias. A partir de entonces, comenzó un peregrinar por instituciones, bancos, ayuntamientos, servicios sociales, abogados gratuitos y toda una suerte de artimañas para poder sobre vivir y al mismo tiempo hacer frente a lo que se le venía encima.


El impago de la hipoteca, de la comunidad de vecinos, del agua, del seguro del coche, de la gasolina, del teléfono, del ADSL o de la comida, conceptos que hasta ese fatídico día parecía que se pagaban solos, de pronto pasaron a formar parte de su obsesión diaria. Todo el día, todos los días. Día y noche. Insomnio, dolores de cabeza, cambios de humor, preocupaciones, amargura infinita, rabia e impotencia, eran algunas de las somatizaciones por las que, día sí y día también, atravesaba. 


Y por si todo este problema no fuera suficiente, un día le llega un aviso de que le han puesto una multa de aparcamiento. El importe, sobrepasaba con creces los 200€. Por lo tanto y habida cuenta que como resultado de una de sus múltiples gestiones - y después de mucho pelear y muchos papeles y certificados que presentar - obtuvo un subsidio de 426€, era evidente que o comía o pagaba la multa. Por muy extraño que pueda parecer, optó por la primera opción. Eso sí, intentó - sin éxito, por supuesto - que el ayuntamiento se hiciera cargo de la situación y consintiera, al menos, en no reclamar el pago de dicha multa, en tanto en cuanto su situación no se viera sensiblemente mejorada, algo que por otra parte, parecía difícil - por no decir imposible - de imaginar.


Caminando contra el viento, de espaldas y sobre papel de lija, los intentos de solicitar cierta clase de clemencia, de compasión o de humanidad por parte de Noelia al ayuntamiento, se sucedieron uno tras otro, mientras el montante de la multa iba ascendiendo al mismo ritmo que la insensibilidad de la administración local por su problema y circunstancias.


A pesar de todo y aunque el saldo de su cuenta era más propio de un sin techo - algo que todavía estaba por ver si le sucedía a ella - que de una persona pobre, los embargos sobre su miserable saldo se fueron sucediendo. Veinte euros, puede parecer una cantidad irrisoria. Treinta, depende. Pero si tenemos en cuenta que Noelia con ese importe era capaz de comprar comida para varios días, la perspectiva cambia. 


Desesperada, exhausta, atemorizada e impotente, se le ocurrió acudir al Defensor del Pueblo en demanda de auxilio. Al menos, todavía seguía siendo gratis y además, no tenía nada que perder. Después de varios meses de trasiego de correos y de correspondencia, la resolución, no por esperada, resultó menos demoledora: el embargo seguiría adelante.



La peor de las noticias le llegó tiempo después. Noelia había asumido que el mismo día que cobraba el subsidio, pasaría por el cajero a retirar todo el dinero disponible. De esta forma, al menos - pensó - evitaría que los embargos fueran en aumento y le arrebataran los escasos euros de los que disponía para hacer frente a una montaña de obligaciones. Se equivocó. Una vez más, la Administración, dio muestras de una ferocidad y unas ansias recaudatorias insaciables y de repente, un día le bloquearon 136€. Si 20 o 30 eran un problema, 136€ ¿qué palabra lo define?


Noelia, luchadora tenaz como un pitbull, comenzó a navegar por internet como un náufrago en busca de ayuda, intentando recabar información sobre otras personas que pudieran encontrarse en una situación similar. Al fin y al cabo, - pensó con lógica - la maldita crisis se ha llevado por delante vidas enteras, en algunos casos de modo literal, porque aunque no se hable de ello a menudo, el número de suicidios en España, ha aumentado de manera preocupante en los últimos años.


Fue un día, navegando por la web, cuando descubrió un sitio en el que se hablaba de un caso muy similar al suyo y supo entonces, que había una ley que supuestamente, la amparaba. Hay que subrayar lo de supuestamente porque como se verá, aquí está el quid de la cuestión de por qué al perro flaco, todo se le vuelven pulgas. 


Leyendo con detenimiento, supo que existen diversos tipos de embargo. Que no es lo mismo el embargo de una nómina que el de un saldo de una cuenta corriente y que en cualquier caso, hay límites, reglas y topes, que no se deben sobrepasar. La mejor noticia fue descubrir que no se puede embargar una cuenta, cuando el saldo es inferior al Salario Mínimo Interprofesional, que es el umbral para que pueda subsistir una familia. Bueno, al menos, tenía algo a lo que agarrarse. Ahora se trataba de ver cómo se podía llevar a la práctica.


Art. 607.1 LEC: Es inembargable el salario, sueldo, pensión, retribución o su equivalente, que no exceda de la cuantía señalada para el salario mínimo interprofesional.


Lo primero que hizo, fue ponerse en contacto con el banco. Seguro que ellos la iban a ayudar. ¡Craso error! El objetivo era hacer saber al banco que en esa cuenta bancaria se está cobrando el paro y que existe un límite que no puede ser embargado (el SMI). El banco, aunque ya conoce estos detalles, le dijo que no pueden hacer nada si la orden viene del juzgado, porque los límites al embargo se aplican en el pago de origen. La primera en la frente.


De cualquier forma, obtuvo un certificado de movimientos y saldos porque pensaba que le podrían resultar de utilidad más adelante en su lucha por recuperar o al menos defender sus derechos.

Posteriormente, consiguió otro certificado del organismo que le otorgaba el subsidio.


El tercer paso fue bastante más dificultoso de conseguir. Ponerse en contacto con el área correspondiente del ayuntamiento para, una vez más, intentar concienciarles de su extrema situación y su solicitud de que le fuese condonada la deuda. 


Como única referencia del embargo, aparecía un teléfono. Al menos, era un teléfono gratuito, no como en la mayoría de los casos, en los que tanto empresas como organismos públicos, sin el menor rubor, disponen de líneas de teléfonos para que si los contribuyentes lo desean, llamen y además les cueste dinero. ¡Fastuoso! 


Noelia llamó. Llamó y llamó. Afortunadamente, los teléfonos de hoy en día, incluso los más estúpidos, disponen de la tecla de rellamada, porque en caso contrario, la pobre Noelia podría haber terminado con algún tipo de atrofia en el pulgar de su mano derecha. Descubrió para su indignación, que ese teléfono era uno de tantos que se supone debieran servir para ayuda de los ciudadanos, pero que en realidad no atiende nadie. De hecho, Noelia estaba convencida de que ni siquiera había un aparato físico sonando en ninguna parte y que la señal de llamada realmente no la escuchaba nadie.


Llegados a este punto, se planteó acudir a solicitar el servicio de Justicia Gratuita, pero por un instante sopesó el tiempo que podría llevar el proceso y prefirió optar por un atajo, consistente en intentar solicitar del ayuntamiento en cuestión, “clemencia” mediante la presentación fuera de plazo y de todo tipo de consideraciones, de un escrito en el que se expresase sin pudor y en toda su crudeza, lo extremo de su situación.


Todavía no ha obtenido respuesta de la Administración local. Mantiene una leve esperanza de que se apiaden de ella, pero de momento tiene que solventar la cuestión de ¿dónde va a sacar dinero para comer este mes?


Existen leyes que aunque supuestamente protegen y amparan a los más débiles, a éstos les resulta casi imposible hacer que se respeten. Tal es la dificultad y los entresijos de los métodos empleaos. Da la impresión de que cuando la Administración se pone en marcha, es una máquina imparable, que no atiende a razones ni a sentimientos. 


Son muchos los que se han visto desagradablemente sorprendidos por embargos, sin que ni los bancos ni los propios afectados, hayan podido hacer mucho por evitarlo o subsanarlo. Miles de personas han perdido sus viviendas en base a unas leyes hipotecarias anti sociales. 


Debemos incluir un concepto humanitario en las leyes, de modo que su cumplimiento leal y efectivo por parte de los ciudadanos, no termine siendo una trampa mortal en la que muchos terminen sus días.


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