Ahora, que las críticas arrecian
sin contemplaciones contra un gobierno desnortado, que cada día hace
declaraciones y toma medidas de las que se arrepiente al día siguiente, ahora,
digo, algunos que se sienten ofendidos y heridos, ahora, es cuando apelan a la
unidad, a la lealtad y a una serie de valores y principios que, ellos mismos,
no han puesto en práctica nunca.
A los que ahora reclaman lealtad
para con el gobierno, simplemente porque ese gobierno es un pacto entre
comunistas y socialistas, hay que recordarles la lealtad que demostraron con el
gobierno de entonces tras los atentados del 11-M en Madrid. Entonces, no se
acordaron de la lealtad ni de la unidad necesaria de todos los españoles.
Entonces no fue necesario. Es más, montaron manifestaciones masivas durante
la jornada de reflexión.
Como tampoco lo fue cuando un
temporal marítimo de los que dejan muertos, partió un petrolero - con casco
simple, ya por entonces desaconsejado- por la mitad en aguas del Atlántico, llenando
de petróleo las costas de Galicia y el Cantábrico. Los “Nunca Mais” señalaron
con el dedo al creador de la tormenta, al único culpable de tamaño desastre.
Desastre que los afectados comenzaron a percibir con dinero en metálico,
inmediatamente, para paliar algo, los daños en las costas y la industria
marisquera. La mayoría de las cadenas de TV, enemigas del gobierno de entonces,
abrían cada día sus TD con imágenes recurrentes de voluntarios recogiendo
chapapote, pringados hasta las cejas de esa masa viscosa, al tiempo que se
aprovechaba para emitir imágenes de aves, afectadas por la marea negra. Pero
entonces, no era necesario apelar a la unidad, a ayudar a los damnificados ni
tampoco era necesario ser leales con el gobierno. Con “ese” gobierno.
Ahora piden lealtad y unidad, los
mismos que no hace tanto tiempo se negaron a coger el teléfono al presidente
del gobierno en funciones de entonces, hasta en 27 ocasiones, con el único y
mejor argumento de “NO, ES NO”.
Ahora exigen lealtad y unidad,
los que hace nada, criticaban al gobierno de entonces por impedir, de acuerdo a
su obligación de defender sus fronteras, la entrada ilegal de emigrantes a
través de la valla de Ceuta o Melilla.
Ahora, cuando algunos, haciendo
uso de sus neuronas y del sentido común, sugieren la necesidad de cerrar el
espacio aéreo de Barajas o cuanto menos, controlar la procedencia de los
aviones y aumentar el control, ahora, esos que piden lealtad y unidad, les
critican y hasta les insultan llamándoles xenófobos y fascistas.
Ahora, después de que la OMS
alertara a todos los gobiernos europeos sobre la pandemia que se avecinaba y
que debían hacer acopio de material, ahora, reclaman unidad y lealtad, después
de que haya quedado más que demostrado que se negaron, y por escrito, a cumplir
las sugerencias de la OMS, aduciendo que había suficiente material disponible.
La consecuencia: 14.000 profesionales infectados (y, por tanto, fuera de
servicio) por la escasez o inexistencia de los equipos de protección individual
(EPI). Y cuando los profesionales gritan y protestan, entonces los mismos de
siempre, se acuerdan de la lealtad, de la unidad y echando balones fuera, al
final, utilizando el mantra al más puro estilo Goebels, terminan culpando de
dicha escasez a los recortes en Sanidad, lo cual es sencillamente falso.
Ahora, que la población conoce, -
y se queja amargamente por ello-, que el gobierno ha hecho el más absoluto
ridículo en la tardía, discutible y en ocasiones, inútil compra de análisis
rápidos para diagnosticar el coronavirus, ahora, es cuando imitan a aquel
jugador del Sevilla, Biri-Biri, que, dirigiéndose a Goyo Benito, recientemente
fallecido, le rogaba: “Por favor, señor Benito. No me pegue más”.
Ahora, que ya hemos pasado el
umbral de los 13.000 fallecidos, 135.000 infectados y más de 19.000
profesionales afectados por el virus, hace tiempo que la paciencia de la gente
se mantiene contenida, al igual que las personas en su casa. Y es ahora, cuando
algunos solicitan, incluso exigen y reclaman, una lealtad, que ellos mismos no
proporcionaron en su momento y una unidad de la que sólo se acuerdan cuando
truena, como con Santa Bárbara. Y ahora, las redes sociales e incluso algún
juzgado que otro, están tronando, avisando de la tormenta que se está
preparando y que habrá que estar atentos a ver cómo se desarrolla cuando
termine el confinamiento obligatorio.
Ahora, exigen lealtad y unidad
para con un gobierno, salido de una moción de censura y tras unas elecciones (2),
que, en el discurso de la moción de censura, prometió convocar elecciones a la
mayor brevedad posible, pero en cuanto se sentó sus posaderas en la Moncloa, se
desdijo de lo dicho y comenzó a propagar la idea de que pensaba agotar la
legislatura. Como también había prometido en declaraciones públicas, hasta la
saciedad, que nunca pactaría con quienes finalmente ha pactado. Ahora se
acuerdan de la lealtad y de la unidad, quienes han demostrado el desprecio más
absoluto por todos aquellos que no piensen como ellos.
Algunos reclaman lealtad y
unidad, sin darse cuenta que ambas, forman parte de un camino de doble
dirección: la lealtad y la unidad, se deben dar de todos hacia todos. Todos
deben ser leales con todos y entonces, es cuando surge, naturalmente, la unidad.
Lo otro es un vulgar ejercicio de
soberbia y prepotencia: “Este es mi carro. Si quieres, te subes” O bien, una
exigencia de pleitesía.
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