viernes, marzo 14, 2025

Víctimas de la limerencia.

Prácticamente cada día los medios de comunicación nos advierten de nuevas y sofisticadas formas de las que se valen los bandidos para conseguir nuestro dinero, usurpar nuestra identidad o vaya usted a saber qué fines inconfesables pretenden. De hecho, hace ya años, una persona que yo conocí muy de cerca, fue víctima de una estafa por internet, lo cual, además de un quebranto económico y el bloqueo por vía judicial de sus cuentas, le supuso estar bajo sospecha de la policía por blanqueamiento de capitales. Bromas, las justas. Su situación económica era angustiosa y terminó perjudicando a su capacidad de analizar fríamente la situación. Se trataba, en definitiva, de una persona desvalida, una condición indispensable para este tipo de engaños.

Quien más, quien menos, recibimos en nuestro email o en nuestro WhatsApp alguna noticia que en principio tiene toda la apariencia de ser inofensiva y, por tanto, legal, pero que, en realidad, encierra una trampa, más o menos sofisticada. En este sentido, los que “pican” no es que sean especialmente ingenuos o lerdos; no olvidemos que el software de espionaje Pegasus, por poner sólo un ejemplo, se instaló en los móviles del presidente del Gobierno y de varios ministros, sin que hasta la fecha sepamos cuántos fueron infectados, ni qué tipo de información consiguieron, ni quién fue el responsable. A lo mejor fue a raíz de esos hechos cuando les entró a todos una fiebre convulsa por borrar mensajes y cambiar de móvil cada semana.

Sin embargo, a los mortales nos llegan otro tipo de mensajes: unos nos hacen creer que tenemos un paquete pendiente de ser entregado; otros, que hemos sido elegidos para formar parte de un sorteo; o bien, que nuestro banco ha decidido confirmar los datos que ya tienen, etc. y como denominador común, o bien, enviar una cierta cantidad de dinero o proporcionar datos bancarios.

Pero, lamentablemente, también se ha puesto de moda un tipo de estafa que encuentro de una vileza y una bajeza moral inauditas. Se trata de hacer creer a algunas personas que han despertado un inusitado interés amoroso en quien les escribe.

Quién puede negarse a sí mismo la posibilidad de despertar semejante pasión, aunque tan solo se trate de una foto y un perfil en una red social. Quien va a renunciar, tenga la edad que tenga, a volver a sentir las mariposas en el estómago, las palpitaciones del corazón, la respiración agitada, propias del estado del enamoramiento. Quien puede hacer oídos sordos a unas palabras vertidas con estudiada sagacidad en un papel, que nos halagan y nos rejuvenecen. ¿Acaso la mera presencia en ciertas redes sociales no tiene como objetivo paliar la soledad, encontrar de nuevo el amor?

El proceso es bien simple en su maquiavélico objetivo: se trata de convencer a la víctima de la sinceridad de los sentimientos vertidos en unos mensajes, para, una vez que la víctima ha mordido el anzuelo, el estafador comenzará a solicitar el envío de dinero por las razones más esotéricas y variopintas, mientras la víctima, convencida de que está haciendo un bien a su amado(a), continúa colaborando con el mayor de los entusiasmos, convencida de que, al fin, el destino le ha proporcionado el amor, el cariño y el afecto que tanto tiempo ha estado anhelando.

El perfil característico de este tipo de víctimas es el de una persona con unas carencias afectivas severas, lo que las convierte en especialmente vulnerables ante las supuestas demostraciones de una pasión desenfrenada. Podemos hacernos mayores, incluso muy mayores, pero la necesidad de afecto, de cariño, de sentirnos queridos, amados, eso no desaparece. En algunos casos podemos encontrarnos con que lo que empezó como un enamoramiento puede llegar a derivar en obsesión. Es lo que se conoce como limerencia. 

A veces, para asegurar la colaboración del pobre ingenuo, el falso perfil representa a un famoso. Hoy mismo, en las noticias, ha salido una mujer mayor que estaba convencida de que Enrique Iglesias se había enamorado perdidamente de ella. La pobre señora, llorando a lágrima viva, le transmitía que sus sentimientos eran sinceros y le rogaba al cantante que le confirmara si él sentía lo mismo por ella.

¡Cómo somos los seres humanos! Incluso cuando nos demuestran que nos han estafado en el más amplio y perverso sentido del término, necesitamos que nos lo confirmen.

Habrá gente que, al conocer este tipo de estafas se burlen de las víctimas, por incrédulas, por necias o por lo que sea, pero a mí, personalmente, aparte de los trastornos psicológicos que puedan tener – que seguro que los tienen – me producen una pena inmensa. Y para aquellos que se aprovechan de su vulnerabilidad el mayor de mis desprecios.

Fue la psicóloga Alejandra Vallejo Nájera la que dijo:

"El desamor es el principal problema emocional de nuestros días y todas las heridas emocionales adyacentes: el rechazo, la humillación, el abandono, la injusticia, la traición. Necesitamos amar y que nos amen”. 

Basarse en esta necesidad para realizar una estafa, es de una mezquindad infinita.

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