Día sí y día también aparecen noticias relacionadas con el mundo laboral, según las cuales, muchas empresas, de diversos sectores económicos, se quejan de la dificultad de cubrir las vacantes que ofrecen. Los datos oficiales hablan de que en el año 2024 el número total de vacantes de empleo no cubiertas ascendió a unos 150.000, la mayoría de ellos (88%) en el sector servicios.
Las profesiones que presentan más vacantes de difícil cobertura son: (fte: SEPE)
- Camareros y cocineros
- Albañiles, electricistas, fontaneros
- Soldadores y
oxicortadores
- Conductores
de camiones, autobuses y tranvías
- Mecánicos
y ajustadores de vehículos de motor, y de maquinaria agrícola
- Enfermeros, médicos
de familia y fisioterapeutas
- Chapistas y caldereros
- Personal de cuidados a domicilio
- Vendedores en
comercios y almacenes
- Instaladores de cerramientos y carpinteros
metálicos
- Mecánicos-instaladores
de refrigeración y climatización.
- Mecánicos y reparadores de equipos eléctricos.
- Personal de limpieza de oficinas, hoteles y otros
establecimientos similares
Según estas mismas fuentes “hay
puestos que no se cubren porque no hay personas con el perfil adecuado
o porque no quieren ocuparlos en las condiciones ofrecidas”.
Las empresas, entidades y
expertos encuestados por el Observatorio de las Ocupaciones del SEPE, señalan
que las principales razones por las que se produce estas vacantes sin cubrir
son:
·
Falta de formación
·
Candidatos insuficientes
·
Carencia de experiencia laboral
·
Escasez de competencias técnicas
·
Condiciones laborales poco atractivas
·
Carencia de competencias personales y
transversales
Al hilo de estos datos oficiales
me planteo ciertas cuestiones. La primera de todas es, qué clase de formación
estamos impartiendo en nuestro sistema educativo que ni siquiera somos capaces
de cubrir puestos como los descritos más arriba. Se podrá afirmar que en España
no pretendemos formar camareros, conductores o personal de limpieza y que a lo
que nos dedicamos es a formar a ingenieros, médicos o abogados, por poner
algunos ejemplos, pero la realidad indica que también esos sectores hay unas
serias carencias de recursos y que, en muchos casos, esos profesionales emigran
a otros países después de haber sido formados en España.
Por lo que respecta a la cantidad
insuficiente de candidatos que se presentan para ciertas vacantes, la verdad es
que me sorprende que suceda en un país con 2,5 millones de desempleados, de los
cuales el 33%, aproximadamente, son jóvenes y otro tanto por ciento grande,
mayores de 50 años.
Me parece perfecto que alguien
decida no aceptar una oferta si considera que no se adapta a sus esquemas, sean
estos los que sean. Pero esto me lleva a continuación a confrontar esta
situación con otro dato bastante significativo. Según el informe "Panorama
de la educación 2025" que elabora la OCDE, España se sitúa a la cabeza
europea en ninis, - jóvenes que ni estudian ni trabajan - por detrás de
Rumanía y por delante de Italia y Grecia. En concreto, casi un 18% de los
jóvenes españoles entre 18-24 años, ni estudia ni trabaja.
Por intentar aclarar un poco la
situación, resulta que en un país con 2,5 millones de parados – probablemente
muchos más – hay más de 150.000 ofertas de empleo que se quedan sin cubrir, por
diversas razones, al tiempo que un 18% de los jóvenes ni estudian ni trabajan.
Y todo esto me lleva a plantearme la pregunta básica: ¿Y de qué viven estos?
¿De dónde sacan el dinero para pagarse el móvil, internet, las cervezas y
demás?
Hoy mismo – no importa la fecha –
han realizado una encuesta callejera a pie de obra. El responsable de la misma
ha afirmado ante la cámara que, en muchas ocasiones, su empresa se retrasa en
la ejecución de los trabajos por la escasez de recursos humanos y que de vez en
cuando, tienen que renunciar a otras por no poder contar con profesionales
debidamente formados. Y para terminar ha apostillado: “A los jóvenes españoles
no les interesa trabajar en la construcción. De hecho, todo el personal del que
dispongo, no son españoles y desde luego, no son jóvenes”.
Por último, voy a poner un
ejemplo que he vivido en primera persona recientemente.
La localidad de Rota, en la
provincia de Cádiz, es famosa, entre otras cosas, por albergar la base
naval de los EE.UU. Por tanto, es muy habitual cruzarse por las calles, en los
restaurantes, con personal americano adscrito a la misma y como es lógico, a lo
largo de los años, algunos locales de ocio han pretendido adaptarse a los
gustos norteamericanos para satisfacer a una población numerosa y estable.
Uno de los establecimientos más
emblemáticos de la localidad, era – ya no lo es - una coctelería al más puro
estilo americano, llamada “El Dardo”. La única en todo el pueblo y regida desde
hace casi cincuenta años por “Chicho”. Cada vez que he ido a Rota, visitar el
local formaba parte del protocolo.
Entrar allí no siempre era fácil.
En ocasiones estaba tan abarrotado que había que esperar turno, mientras tras
la barra, Chicho, despachaba cócteles a un ritmo frenético, acorde con su electrizante
personalidad.
Sin embargo, en mi última visita
hubo algo que me llamó la atención. Pasé varios días por la puerta y el local
se veía totalmente vacío. Era algo inusitado, tanto para la coctelería como
para Rota, un lugar en el que cualquier día, a partir del atardecer, te va a
resultar complicado encontrar un sitio libre en cualquier bar o restaurante,
salvo que estés listo y te adelantes. Todo está lleno todos los días. Por eso,
me llamó tanto la atención ver “El Dardo”, completamente vacío.
A los pocos días tuve la ocasión
de encontrarme con Chicho en una de las tiendas del pueblo. Y claro, hablamos
sobre el asunto: “Es que he traspasado el negocio. He decidido jubilarme y creo
que después de 49 años en la brecha, me lo merezco”.
-
Pero ¿quién lo lleva ahora, tu hijo?
-
No. Mi hijo estuvo unos años ayudando, probando,
pero al final ha decidido aceptar una oferta de un hotel y trabaja ahí. Ha
dicho que no está dispuesto a dedicarle 12 horas diarias al negocio y los fines
de semana 15.
-
Y entonces, ¿quién lleva el negocio?
-
Lo han cogido un par de cocineros. No saben nada
de coctelería. Yo les he dado un par de clases y les he dejado una lista de
cócteles para que puedan arrancar.
Nos picaba la curiosidad a mi
mujer y a mí acerca del motivo por el que el local había pasado de ser un
referente de la noche de Rota a convertirse en un desierto. Y un día nos
decidimos a descubrir la razón. Y no hay nada más sencillo de entender: no tienen
ni repajolera idea de hacer un cóctel más allá de un Margarita, un San
Francisco o un cubata. Lo del Manhattan les queda lejos. Personalmente, no le
auguro mucho futuro a los nuevos propietarios con el negocio.
Y por lo que respecta al hijo de
Chicho, al menos en este caso, el hombre había optado por aceptar otro empleo
en donde supuestamente no van a exigirle tanto, como el negocio que heredaría
del padre. Y como decía Chicho, “con 31 años no puedo decirle qué tiene que
hacer”.
Me sorprende la seguridad, la
firmeza, de aquellos jóvenes que argumentan que no están dispuestos a trabajar
10 o 12 horas de camareros para ganar 1.200-1.400 euros y rechazan las ofertas
de empleo porque el trabajo es muy duro. Y me planteo entonces: ¿de qué viven?
¿Cuál es la alternativa? ¿A qué aspiran exactamente, a un trabajo de 9 a 6 con
100.000 euros al año? ¿Sin formación? ¿Tal vez aspiran a convertirse en
influencers, youtubers, expertos en juegos online?