Ayer, antes del partido de Alcaraz contra Djokovic en Roland Garros, escuché a Alex Corretja decir que los españoles tenemos una inmensa suerte en esto del tenis. Que no es normal que después de un dilatado dominio de Rafa Nadal, ganándolo todo, ahora que está cerca de su retiro por ley de vida, tengamos la suerte de tener a un digno sucesor que apunta a que va a ganar también muchos torneos. Y tiene toda la razón del mundo, tenemos mucha suerte, pero también me gustaría señalar que, aunque algunos hayan pretendido establecer paralelismos y coincidencias, Carlos Alcaraz no se parece en nada al juego de Rafa Nadal. Es más: son radicalmente distintos.
Durante todos estos años nos
hemos acostumbrado a ver a Rafa jugar y casi contar sus partidos por victorias.
Pocos partidos ha perdido, y alguno de ellos, lesionado, pero su estilo es
inconfundible. Rafa ha sido – es - un obrero del tenis, un hombre que siendo diestro
decidió jugar al tenis con la izquierda; que casi desde el inicio de su carrera
se le detectó una lesión incurable en su pie y ha continuado jugando al máximo
nivel durante casi 20 años.
Mientras tanto, su gran rival,
Roger Federer, parecía que jugaba al tenis con smoking. Todos sus golpes destilaban
elegancia pura, sencillez y gracilidad.
Algo que siempre ha distinguido a
Rafa de sus contrarios, es que siempre ha aprovechado al máximo los puntos
débiles de sus rivales, explotándolos hasta la extenuación. Si el punto débil
era el revés, una y otra vez mandaba bolas a ese lado, cada vez más anguladas,
cada vez con más efecto, cada vez más altas, hasta que al final el punto caía
del lado de Nadal. Ese es el estilo de juego al que nos acostumbró: machacar y
machacar hasta convertir al rival en polvo, minando su fuerza física y por
encima de todo, la mental.
Sin embargo, Carlos Alcaraz tiene
su estilo propio, totalmente diferente del de Rafa, o de Federer o del mismo
Djokovic, como vimos ayer. Alcaraz tiene un estilo de juego visceral,
impulsivo, a cara o cruz en cada golpe, a romper la pelota caiga quien caiga. En
su estilo no entra en juego el factor “punto”, sino más bien el concepto “espectáculo”.
Ayer mismo, dio muestras de ello en algunos momentos contra el serbio, sacando
bolas de la pista central cuando lo único que tenía que hacer era empujarla
suavemente al otro lado de la pista, que estaba vacía. Eso, Rafa, no lo ha
hecho jamás en su vida.
Eso es como si un jugador de
futbol en la misma línea de gol, le da una patada al balón y lo saca del campo
en vez de meter gol. Es absurdo. En el tenis, como en el fútbol, se trata de ir
ganando puntos poco a poco y no todos de golpe, ni te dan más puntos por tirar
más fuerte. Pero Carlitos es así y no va a cambiar.
Rafa Nadal jamás ha perdido un
segundo de su vida en una pista animando al público a que le anime a él y le
aplauda. Eso lo hacía jugando al tenis, ni más ni menos, y consiguiendo puntos
increíbles. Así enardecía a los espectadores que no necesitaban recibir la
señal de que tenían que chillar y aplaudir.
Sin embargo, Alcaraz es
totalmente distinto. Le gusta el barullo, el rumor, los gritos, la pasión y de
vez en cuando, anima al público a que participe activamente. Sinceramente, los
del Real Madrid ya estamos acostumbrados a que sean los jugadores los que
animen al público del Bernabéu y no al revés, que es precisamente lo que sucede
en todos los demás campos.
Es muy probable que
sicológicamente, Rafa haya tenido que luchar contra el miedo de enfrentarse a
leyendas del tenis, pero no ha dado la impresión de amilanarse, más bien, todo
lo contrario. Ayer, a nuestro Carlitos se le vio en el primer set muy tenso,
tomando decisiones precipitadas, con ansias de que los puntos fueran cortos,
sin paciencia y, además, con demasiados errores. Rafa, habría planteado un
partido a cinco sets y habría intentado ir minando, socavando poco a poco, las
fuerzas del serbio hasta sacarlo de sus casillas, que, por cierto, tampoco se
necesita mucho. Es serbio, o sea, que lo de la paciencia le dura mientras las
cosas le funcionan, pero si se le empiezan a torcer, monta un show. A lo mejor
resulta que yo tengo algo de serbio, porque la paciencia no es una de mis
muchas virtudes.
Cada uno es cada uno y tiene su
estilo de juego, y hay que respetarlo, pero no caigamos en la tentación, tan
típicamente española, de rechazar a un extraordinario jugador, sólo porque no
responde igual que Nadal en los momentos críticos.
Uno puede llegar a ser número 1
del mundo, como lo fue Carlos Moyá, que le duró poco. Otra cosa es mantenerse
durante años y años en el top ten o en el top 3. Eso es otra cosa.
Alcaraz ha llegado a nº1 y no ha
sido por casualidad. Es un jugador fantástico, pero es él mismo, no el sucesor
de nadie.
Hay un atleta norteamericano que
se llama David Wottle, ya retirado. Corría la distancia de los 800 metros en la
final de los JJ.OO. de Múnich 1972. Durante los primeros 500 metros de carrera,
iba en la última posición, cuando de repente, comenzó a aumentar el ritmo y
adelantar a corredores. Ganó la medalla de oro.
Rafa Nadal me recuerda más a un
tipo así, a alguien que sabe que el objetivo no es cómo empieza sino terminar
el primero. La imagen que tengo de Alcaraz es que en una carrera así, habría
salido al sprint, como si se tratara de los 100 metros lisos, con el resultado
que todos imaginamos.
Alcaraz es como un potrillo
desbocado y algo salvaje. Da la impresión, como ya he dicho, que antes de jugar un partido le
tienen atado con una correa rodeándole el cuello y oliendo una camiseta sudada
de su próximo rival. Y cuando sale, sale sin frenos.
Él es así y tendremos que acostumbrarnos a aceptarle tal y como entiende el tenis. Pero no habrá nunca nadie como Rafa Nadal, del mismo modo que Federer o Djokovic, también son irrepetibles, como lo fueron Borg, McEnroe o Sampras.
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