jueves, noviembre 30, 2023

Lo justo, lo ético y lo legal.

Dice un viejo proverbio español: “diez mil millones de moscas no pueden equivocarse: comamos mierda”.

En demasiadas ocasiones, en política se apela al número, a la mayoría, para justificar que la medida es justa, es legal y además se sustenta en un amplio consenso. En un principio podría parecer un argumento sólido y si, además, lo aderezamos con epítetos como impecable, la impresión general que da es que no hay argumentos en contra que pudieran hacer mella. Pero sí que los hay.

Sánchez presume de disponer de 12 millones de votos que le respaldan en su decisión de ley de amnistía. Pero olvida, que detrás de cualquier norma, por muchos que sean sus adeptos, sus votantes o quienes las promulguen, siempre hay un factor inmaterial, en paralelo, que es la ética de esa medida, de esa decisión.

Por ejemplo, la esclavitud era perfectamente legal en todo el mundo desde los tiempos de los romanos e incluso antes. Todos la practicaban y había todo un mercado de esclavos, tanto en Europa, como en la recién descubierta América, como en Asia. La esclavitud siempre ha existido, pero ello no la hace éticamente aceptable.

Dando un salto en el tiempo nos vamos a Argentina, a mediados de los 70. Golpe militar, millares de secuestros, desapariciones y asesinatos, hasta 1983.

En 1986, el presidente Alfonsín, promulga la llamada "Ley de punto final", cuyo objetivo no era otro que olvidarse de todos los responsables de tamaño terrorismo de estado, orquestado desde las propias estructuras de gobierno.

La bronca (como dicen los argentinos) que se armó fue de órdago a la grande. Después de muchas idas y vueltas, la ley se derogó en 1998 y se anuló en 2005. La ley podría ser legal, pero no respondía al concepto de justicia, de ética que toda medida requiere.

Más ejemplos.

Hitler y su parlamento también tenían mayoría absoluta cuando promulgaron las leyes contra los judíos.

Y lo mismo cabe apuntar de los gobiernos de EE. UU, en lo referente a las leyes de exclusión social, racismo y derechos civiles de los negros. O del tratamiento a las tribus indígenas, masacradas de modo inmisericorde hasta su casi extinción.

O del gobierno de Suráfrica, con su apartheid.

Es posible que todas esas medidas, todas esas leyes, fueran legales porque así se autoproclamaron en sus respectivos parlamentos, pero como ya hemos visto a lo largo de la historia, el concepto de legal ha sido siempre movible. Porque, por encima de todos estos vaivenes temporales, están ciertos principios que debieran ser aplicados a todos los seres humanos por el mero hecho de serlo. Y estos principios debieran responder a conceptos como la ética, vista desde un punto antropológico.

Por eso, porque hay que saber distinguir (y porque tenemos que hacerlo) entre lo que es legal de lo que es ético, se organizaron los juicios de Nuremberg contra los nazis. Fue la ética la que impulsó a juzgar a esos asesinos y sus cómplices.

Por lo que respecta a EE. UU, es cierto que también acometió cambios en su ordenamiento jurídico, aunque aún perduran prejuicios, pero lo importante es que se entendió que esa situación de desigualdad, era insostenible.

Suráfrica, terminó eligiendo a Mandela como presidente del país.

Las leyes tienen que responder a verdaderas necesidades reales de los ciudadanos y nunca deben aplicarse de forma que se beneficie a unos por encima de otros. Esos planteamientos en los tiempos de las monarquías absolutistas, eran lo normal, pero son inadmisibles en una democracia europea en el siglo xxi. Las leyes tienen que resolver problemas, no crearlos.

La ley de amnistía que prepara el gobierno, no responde a principios de equidad entre ciudadanos y eso es inadmisible hoy en día en Europa y en una democracia. Un gobierno no puede promulgar leyes que establezcan diferencias legales entre unos ciudadanos y otros, como no son aceptables, las diferencias entre negros y blancos, católicos o musulmanes, judíos y budistas. Como tampoco responden las medidas que se adoptaron para despenalizar los golpes de estado, o la malversación de dinero público.

Nos obligan a comulgar con ruedas de molino para más tarde, desandar lo andado, y terminar haciendo lo que hicieron los argentinos, los demócratas en Nuremberg o en Suráfrica.

Y suerte tendremos si podemos hacerlo a tiempo.

sábado, noviembre 25, 2023

Ser viejo. Sentirse viejo.

Sostiene Jorge Valdano que el “fútbol es un estado de ánimo”. Así, si un equipo no está en su mejor momento y las dudas le atenazan, todo ello repercute en sus decisiones y, por tanto, en su juego. Con las personas mayores sucede exactamente lo mismo.

Hay personas que se sienten viejos, a pesar de que su edad no se corresponda, ni de lejos, con un estado mental así. Yo tenía un amigo – un cretino – que entró en una especie de crisis existencial cuando cumplió los treinta. Decía que eso de comenzar a escribir tu edad con un 3 en vez de un 2, tenía mucho significado. Bueno, cada uno se pega el tiro donde le apetece.

Además, el concepto de vejez, es algo que se ha ido modificando con el tiempo. En tiempos de Cervantes, por poner un ejemplo, llegar a los sesenta años era todo un logro o una suerte. Los avances médicos, culturales, sociales; la evolución de la filosofía del trabajo, de sus condiciones; la propia evolución de la sociedad, han ido prolongando la vida media de las personas, proporcionando más posibilidades de vivir más tiempo. Vivir más, no significa vivir mejor, pero el menos te permite intentarlo. Desde el hoyo es totalmente imposible.

Desde hace ya algunos años ha surgido todo un nuevo concepto entorno a las personas que antaño recibían el término peyorativo de viejos. Hasta ahora, había toda una lista de palabras – bastante amplia y con tintes despectivos – para referirse a esas personas mayores: anciano, abuelo, vejestorio, matusalén, decrépito, veterano, maduro, senil, achacoso, longevo, vetusto, centenario, añoso, arcaico, anticuado, pretérito, antiguo, rancio, fósil, lejano, trasnochado, tradicional, antediluviano, arqueológico, gastado, estropeado, deslucido, ajado, usado, destartalado.

Por el contrario, para referirnos a lo joven, disponemos de pocos términos: adolescente, chavea, pollo, zagal, mancebo, mozo, muchacho, novato, nuevo, imberbe, novicio, inexperto, bisoño, verde, tierno, fresco. Algunos de estos vocablos, tampoco les falta una carga despectiva.

Creo que cuando un idioma destina un considerable número de expresiones a definir lo que se considera viejo y no tantos a sus antónimos, representa un claro posicionamiento ideológico acerca de lo poco atractiva que resulta la vejez.

Pero como decía antes, esto ha ido cambiando con los avances médicos, técnicos y sociales. Ahora, si uno quiere ser políticamente correcto, no puede plantearse utilizar esa clase de terminología. Más bien debería inclinarse por utilizar unos anglicismos como “senior”, o “vintage”, algo que odio profundamente, porque soy un nacionalista a ultranza del español y de la defensa contra los barbarismos. Pero es que los tiempos han cambiado.

No ha mucho tiempo acaecía, que, una vez alcanzada la jubilación, el hombre – la mujer no trabajaba fuera de casa y por tanto no se jubilaba nunca – se recluía en una especie de cascarón o de burbuja, que cada día se hacía más y más pequeño, hasta que un día llegaba el último adiós.

Pero hoy en día las cosas son muy diferentes.

Hoy hay todo un negocio alrededor de las personas que no hace tanto tiempo se les asignaba esos términos tan peyorativos. Hoy, los mayores de cincuenta y sesenta, son objeto de una especial atención por parte de todo tipo de industrias. La farmacéutica, sin duda alguna, que se afana en suministrar toda clase de complementos nutricionales para convertir a esos “mayores” en deportistas casi de élite y así poder jugar con sus nietos. O en proporcionarles otro tipo de sustancias y soluciones para mejorar su vida sexual, una dentadura que le permita comer bocadillos sin quedarse sin los dientes en el esfuerzo, o medicinas milagrosas que te proporcionan una energía casi inagotable. Es decir, intentan combatir el inexorable paso del tiempo y sus huellas en nuestro organismo, intentando convertirnos en algo más jóvenes.

Dentro de esta nueva filosofía de vida, los nuevos mayores y dependiendo de su poder adquisitivo, pueden dedicarse a disfrutar de la vida en plenitud de facultades y no como antes, cuando la jubilación era simplemente el paso previo al cementerio. Hoy, las personas mayores viajan con el IMSERSO, conocen la playa y el mar, bailan en los salones del hotel de Benidorm donde se alojan y – me imagino – tendrán sus escarceos románticos, tal y como me confirmó un caballero viudo que, forzado por sus hijas, se unió a uno de esos viajes.

Los que disponen de más medios económicos, se dedican a viajar, a pasar más tiempo en lugares en los que el clima es más benigno que en sus países nórdicos de origen; a jugar al golf, a comer en buenos restaurantes; a visitar balnearios tanto en España como en el extranjero; a hacer turismo gastronómico-cultural y, en definitiva, a disfrutar de la vida.

Según cuentan las revistas que de estas cosas saben mucho, Robert de Niro y Mick Jagger, van a ser padres, y ambos son octogenarios. Se me ocurren un montón de comentarios al respecto desde diferentes perspectivas, pero lo voy a dejar ahí.

Incluso los seguros de salud, que no hace mucho tiempo expulsaban de sus pólizas a los que cumplían cierta edad, ahora todos, tienen una rama de sus negocios dedicada en exclusiva a los que ellos llaman “senior”, sin límite de edad. No hay nada como convertir a dinero una oportunidad para que te presten atención.

Por supuesto que el paso de los años va dejando huella en nuestro organismo y algunas son irreversibles, pero incluso en esos casos, hay personas que no se resignan a imitar a aquellos que antaño, tras la jubilación, se quedaban a la espera de la parca, y deciden aprovechar las oportunidades que se les está brindando, ya sea conocer Burgos o Viena.

Siempre habrá gente que se sienta mayor cuando haya cumplido los treinta, los cuarenta o cualquier otra cifra que cada uno se marque. Pero también hay personas que a los ochenta o noventa años, siguen practicando deporte y manteniendo una vida activa. El objetivo no es batir una marca, conseguir un récord o ser famoso. El objetivo no es sentirse joven. El objetivo es ser feliz.

 

Firme usted mañana

Rafa acudió a la entrevista de trabajo con el mismo entusiasmo con el que había acudido a los 2 millones de entrevistas anteriores: pletórico y convencido de obtener el puesto. Después del protocolo, el psicólogo y él, se sientan en la intimidad de un despacho. El psicólogo, inicia el fuego:

        -          ¿Eres zurdo?

A lo largo de su vida profesional, le habían hecho todo tipo de preguntas, algunas realmente extrañas, pero esta, sinceramente le desconcertó.

        -          ¿Es una pregunta con trampa? ¿Me estás preguntando si tengo mano izquierda o algo así? – respondió al estilo gallego.

        -          No, no. No hay trampa. Es sólo que los zurdos son regidos por la parte derecha del cerebro que es la más creativa. Yo es que lo que estoy buscando es una mezcla entre Bill Gates y un funcionario. Alguien capaz de imaginar y anticipar el futuro y al mismo tiempo, que tenga los pies en la tierra.

Hacía rato que había llegado a la conclusión que esa, realmente, era una entrevista, cuanto menos, peculiar.

       -          ¿Y tú crees que, si hubiera un perfil como ese, iba a estar sentado aquí delante de ti? – dije, aplicando la lógica Cartesiana.

       -          Claro, claro. Si, de hecho, creo que lo mejor sería contratar a dos personas distintas, en vez de una sola, para que posteriormente, trabajasen juntas y se acoplaran.

La entrevista prosiguió más o menos de un modo convencional.

El viernes de esa semana, Rafa llamó para hacer seguimiento del proceso y le comunicaron la noticia de que el puesto – o uno de los dos puestos – era suyo. Que el lunes volverían a contactar para la firma del contrato.

Como tenía más conchas que un galápago, se cuidó muy mucho de comentar nada ni a sus compañeros ni mucho menos a la empresa. No, hasta tener un documento oficial en el que poder apoyarse.

Llegó el lunes y pasó la mañana pendiente del teléfono. Por la mañana, no sonó. Por la tarde, fue él quien llamó para conocer novedades. La dueña de la empresa, le informó que había habido un pequeño problema, pero que el martes, estaba solucionado.

El martes no se había solucionado. De hecho, el miércoles tampoco.

Cuando picado ya más por la curiosidad que por el interés en el puesto, llamó al cabo de unos días y preguntó por el psicólogo que le había hecho la entrevista, la respuesta le dejó KO:

-          Ya no trabaja aquí.

Por supuesto, nunca firmó ningún contrato con esa empresa.

martes, noviembre 21, 2023

Me falta espíritu ZEN

Hoy es uno de esos días en los que debemos dar gracias por no disponer de la facilidad de comprar armas automáticas como si fueran aspirinas. De otra forma, el día podría terminar como la matanza de Texas.

Ayer por la tarde tuve que desplazarme hasta Málaga, donde debía someterme a una prueba en el hospital. Una prueba que, en su día, la última vez que vi al médico, allá por junio de 2023, ya le pedí que no me la hiciera, a sabiendas de que el resultado iba a ser tan inútil como el obtenido los cuatro o cinco años anteriores. A pesar de la aplicación del más elemental de los racionamientos, el médico insistió. Efectivamente, después de la prueba la enfermera me dijo lo que yo ya había anticipado y se lo expliqué a ella. Asunto zanjado.

Aprovechando que ya estaba en el hospital y que debía solicitar cita para otra prueba, antes de abandonar las instalaciones le pregunté a una asistente que estaba en Recepción. Pregunté dónde estaba el departamento en cuestión y me dijo que no sabía dónde exactamente, pero que allí no había nadie. Que las citas se dan exclusivamente por las mañanas en horario de 08.00 a 15.00. O sea, como los funcionarios. Las alternativas eran, o bien, presentarme de nuevo allí, lo que, obviamente, implica el desplazamiento y la molestia, o como alternativa, concertar la cita por teléfono, a partir de las 08.00.

Ya de paso nos pusimos de cháchara y comenzamos a echar pestes del Sistema de Salud. Que, si mi médico lo vi en junio, me mandó unos análisis en julio, otros en noviembre y me volverá a ver en enero de 2024.

      - Pues eso no es nada, señor – me dijo la buena de la recepcionista-. El neurólogo tiene una lista de espera de un año.

      - ¡Fastuoso!

Como esto de la cita no quería que me quitase el sueño, por supuesto que hoy no me he levantado a una hora improcedente para llamar. He esperado a que la enfermera llegase, se tomara un primer cafetito, charlara con sus colegas y se dispusiera a atender a su trabajo. Vamos que me he puesto a llamar a eso de las 09.30, que tampoco es nada del otro mundo.

Doy gracias al cielo y me gustaría saber el nombre del que inventó el botón de rellamada del teléfono. No alcanzo a comprender bien qué habría sido de mí sin ese avance tecnológico. Lo digo porque desde las 09.30 estoy llamando sin ningún éxito, como era de esperar.

Esto, ya hace rato que se ha convertido en un reto personal. Lo de la cita es un bien colateral. Por mis huevos que esta gentuza acabará cogiendo teléfono y dándome la cita.

Mientras tanto, a medida que iban pasando los minutos y las horas, he ido notando como si la sangre empezara a bullir en mis venas como un volcán. Entonces se me ha ocurrido una alternativa: voy a ir a la biblioteca municipal a por un libro que me interesa. Y ya de paso, voy al LIDL a comprar una cosa que el otro día no tenían porque se había terminado y no habían repuesto.

En LIDL no he tenido ningún problema, pero lo peor estaba por llegar en la biblioteca. La zona en la que está ubicada, está en obras y eso hace que el número de plazas de aparcamiento se haya reducido drásticamente. O sea, que no he podido aparcar y, por tanto, si quiero el p… libro de los c…. tendré que volver otro día y a otra hora, más cercana a la hora de comer o así, en la que la gente se va a comer a casa y deja algún hueco.

Encabronado como un gorila en celo y ansioso de sangre corriendo por las calles, he regresado a casa, sin el libro y con la tarea pendiente de conseguir la cita en el hospital.

Menos mal que al regresar al hogar mi mujer había puesto un tipo de música de las que habitualmente se escucha en los monasterios budistas del Himalaya. Eso me ha tranquilizado algo, aunque no se me han quitado del todo las ansias de coger el cebollero y liarme a cuchilladas a diestro y siniestro.

Pasadas las 13.00 he conseguido mi objetivo: El teléfono daba señal de llamada y ¡oh, fortuna! al cabo de unos segundos han descolgado el aparato al otro lado. La mala suerte es que quien me ha cogido el teléfono era el hermano gemelo de Torrente y con un C.I. peor.

De esa llamada lo único que he obtenido ha sido la indicación de que debía llamar a otro teléfono. Un teléfono al que con anterioridad ya había llamado y me habían dicho que no podían ayudarme. A pesar de lo cual, tampoco era cuestión de discutir con Torrente.

Finalmente, he conseguido la cita que necesitaba.

Estoy seguro que la nueva ministra de Sanidad, con lo lista que es y lo bien que lo ha hecho en Madrid, va resolver todos los problemas de la Sanidad en España.

domingo, noviembre 19, 2023

Las partidas de parchís

Hacía muchos años que había perdido la pista de mi amigo Rifi, como le llamábamos en la pandilla. Rifi era el rico, o al menos, eso parecía. Vivía en la casa más grande de toda la urbanización. El ático del casoplón era para uso exclusivo de él y sus hermanas. Allí recibían a los amigos, se escuchaba música, se bebía toda clase de alcohol y se jugaba a juegos de mesa. Rifi también disponía de un Ford Fiesta, su padre tenía un chofer que hacía guardia permanente junto al Mercedes a la puerta de la casa, y, por si fuera poco, también se fumaba los puros habanos de su padre que eran de tamaño considerable y muy caros.

 

Me lo encontré al cabo de muchos años más tarde y por pura casualidad, paseando una tarde por Pozuelo en compañía de una amiga. Me alegró retomar el contacto, aunque las circunstancias habían dado un giro radical.

 

Según me contó, su padre ya no tenía el Mercedes, ni el chofer, ni la casa más grande la urbanización. Tampoco podía permitirse el lujo de fumarse esos habanos que se fumaba años atrás, y Rifi, también había tenido que renunciar a disponer de sus botellas de whisky en las mejores y más caras discotecas de Madrid, así como, de sus partidas de Backgammon y la ristra interminable de chicas a las que galanteaba enviándolas ramos de flores, invitándolas a cenar y a disfrutar de un buen revolcón.

 

Antes, al contrario, Rifi, por algún extraño sortilegio, salía con una chica estupenda, educada, con clase, que trabajaba en una empresa que distribuía productos muy conocidos y muy caros. Era ella la que asumía todos los gastos de sus encuentros, ya fuese en un pub para tomar una copa, un restaurante donde cenaban o el hostal de El Escorial al que iban regularmente todos los fines de semana a pasarlo juntos. Para un machista irredento como Rafa y según me confesó él mismo, esta situación era insoportable y se le hacía cada día más cuesta arriba.

 

El caso es que, después de retomar el contacto, las visitas a casa de sus padres, donde vivía, se hicieron muy frecuentes.

 

Sus padres siempre me habían dado muestras de tenerme un gran cariño y de una gran generosidad y las puertas de su casa siempre estaban abiertas de par en par. Además, esa casa me recordaba un poco a la que aparece en la película “Vive como quieras”, con Cary Grant. Esa casa, era un auténtico manicomio con un individuo que se pasaba el día subiendo las escaleras al galope al tiempo que con una corneta tocaba como si atacase el Séptimo de Caballería a Toro Sentado. Pues en casa de los padres de Rifi, sucedía algo similar.

 

En ella, además de los padres, vivía una tía soltera que era funcionaria. La hermana pequeña de Rifi, casada y con tres niñas, cuyo marido trabajaba en un banco. La otra hermana de Rifi, divorciada, junto con su hija fruto del matrimonio. Así es que donde caben ciento veinte, cabe uno más, con la ventaja de que yo no sé tocar la corneta.

 

Para una familia del Opus Dei, lo del divorcio de una de sus hijas era un trauma. Pero nada en comparación con las dos anulaciones matrimoniales de Rifi, obtenidas no sin esfuerzo - aduciendo algo así, como que era tonto, infantil o inmaduro para el matrimonio - y una considerable inversión económica, del Tribunal Apostólico de la Rota Romana.

 

El plan consistía en ir a comer los fines de semana y pasar allí todo el día. Lo de sentarse alrededor de la mesa era todo un espectáculo, porque daba la impresión de que se estaba celebrando una boda cada día.

 

Después de bendecir la mesa como buenos miembros del Opus Dei que eran, yo siempre me preguntaba de dónde salía el dinero para poner comida para tanta gente y Rifi, me lo confesó. La manutención corría cargo de la tía funcionaria, el banquero y algo de parte de la hermana divorciada. Rifi, nunca estudió nada y tampoco tenía trabajo alguno.

 

Después de comer comenzaba la fiesta, que no era otra cosa que una maratón interminable de partidas de parchís.

 

Las partidas de parchís en casa de los Martín eran apoteósicas. Jugaba toda la familia: la madre, las dos hermanas, el cuñado de Rifi y yo. Unos iban unas veces por parejas y otros no. Las partidas empezaban a eso de las seis de la tarde y terminaban a eso de las dos, las tres de la madrugada. Daba igual que fuese sábado o domingo. Mientras todos disfrutaban de alguna bebida, el ímpetu con el que se jugaba, las imprecaciones que se escuchaban, el espíritu asesino de machacar al rival era de tal calibre, que no sólo se oían unos gritos atroces, descomunales y sobre humanos, sino que las propias fichas cuando alguien comía a otro, podían volar por el jardín acompañadas de frases tales como :¡¡¡¡ Que te den por el culo, cabrona de mierda !!!!,¡¡¡¡ Te jodes por haberme hecho la putada de no abrir el puente ese antes, cacho zorra!!!” que cariñosamente podía  dedicar  con todo su amor  y su entusiasmo  Rifi a cualquiera de sus hermanas, o bien por el contrario:¡¡¡ Mariconazo de mierda, porqué güevos te comes mi ficha si ése, va mejor que yo!!!!”, dicho con toda la dulzura y el descaro  de una chica bien educada  en colegios  del Opus. A todo esto, la madre permanecía en silencio y a lo sumo exclamaba resignada de vez en cuando:” ¡Qué pena de dinero nos hemos gastado en vuestra educación! o también, ¡Desde luego, si me preguntan diré que no sois mis hijos! ¡Qué vergüenza!

 

Por supuesto, yo nunca gané jamás ninguna partida, de las docenas que jugamos a lo largo del tiempo, y con ello levanté una expectación inusitada porque ninguno de los presentes había sido testigo de semejante “racha de mala de suerte tan pertinaz y continua” jamás en la vida. Lo cierto, es que lo pasábamos en grande y nunca faltaba nadie a la cita.

sábado, noviembre 18, 2023

Me gusta la fruta.

Rafael Altozano – Rafa para los amigos – era un chico de familia modesta, que gracias a algún contacto consiguió su primer empleo en una empresa de capital público, aunque ninguno de sus empleados tendría jamás, categoría de funcionario. Rafa tenía perfectamente definido cuál iba a ser su futuro. El trabajo con el que iba a empezar significaba sólo un peldaño en la escalera profesional que él había imaginado. Lo primero, sería aprender qué tenía que hacer y después, una vez que ya se moviera con soltura, intentaría progresar. Además, una de las consecuencias directas de ese progreso hacia categorías superiores, significaría dejar de tener que trabajar a turnos, lo que, sin duda, era un serio problema para la salud, en primer lugar, y un símbolo de su bajo estatus profesional.

Al cabo de un año o así, llegó a la conclusión que el trabajo que estaba realizando, tenía una componente excesivamente mecánica y repetitiva, y por supuesto, estaba muy por debajo de su valía, de su ambición y de sus expectativas. Así es que optó por, - además de cumplir con sus obligaciones, por las cuales recibía un salario-, aprender por su cuenta aquello que era imprescindible para poder seguir impulsando su incipiente carrera. Sabía dónde quería llegar y cómo tenía que hacerlo. El primer paso era aprender a ser programador.

Para ello, empezó por recordar lo que ya había estudiado años antes y lo contrastaba con el trabajo que hacían otros programadores de su empresa, que sí sabían y tenían más experiencia. Fue un sistema basado en el auto estudio. Comenzó a dar sus primeros pasos, a enfrentarse con sus primeros inconvenientes y problemas, a aprender a identificarlos y resolverlos. Comenzó desde abajo. Avanzaba poco a poco, pero él notaba que efectivamente, progresaba. Empezó a hacer sus primeros programas, que, con el tiempo, él mismo se fue exigiendo que fuesen algo más complejos que el anterior. El dominio que ya había adquirido en su trabajo, y lo monótono de éste, le proporcionaba mucho tiempo libre que él, con su ambición por progresar, intentaba aprovechar al máximo. De manera autodidacta, sí, pero, al fin y al cabo, no disponía de otro sistema.

Esa actitud suya de pretender “volar” por sus propios medios, de tener sus propias ambiciones, de pretender ser el dueño de su destino, de tener un carácter y una personalidad firmes, no terminó de ser bien encajada por alguno de sus superiores, que vieron en él a alguien difícil de manejar y manipular. Y cuando un jefe basa su influencia en el miedo, el despotismo y la manipulación y se encuentra con alguien a quien no puede amedrentar ni achantar, se pone muy nervioso porque se encuentra inerme. Todos esos esfuerzos por parte de Rafa por intentar mejorar profesionalmente, no fueron bien entendidos ni aceptados. Se veían con recelo, casi como si Rafa fuera un enemigo, un espía.

Un día, uno de esos programas que hacía Rafa a modo de ejercicio para ir adquiriendo experiencia, dio un problema y suscitó una reunión de los máximos responsables del centro. Al fin tenían la excusa que durante tanto tiempo habían estado esperando.

Para no aburrir al lector con tecnicismos, la reunión terminó de la siguiente forma:

    - Se va a eliminar el usuario que estabas utilizando para hacer esos programas. Tienes prohibido hacer ninguno más. Y a partir de hoy, todos los manuales de la instalación, estarán bajo llave y si alguien necesita uno, tendrá que justificarlo.

Salvo que desobedeciera las órdenes – algo que no descartaba – le habían segado de raíz todas sus expectativas de futuro. Era como si lo hubiesen condenado a galeras de por vida, sin posibilidad de remisión. Él, desde luego, no tenía la más mínima intención de permanecer en esa empresa mucho tiempo. Una empresa que no solamente no favorecía la progresión de sus propios trabajadores, sino que, en su caso, utilizaban toda la fuerza para negarle esa mejora profesional y personal.

Ni que decir tiene que las relaciones a partir de ese momento se convirtieron en un infierno. Rafa no cruzaba palabra con ninguno de los responsables de tamaño abuso, aunque en el pasillo se dieran hombro con hombro.

Era viernes al mediodía y se procedía al cambio de turno. Rafa preguntó por la quiniela de fútbol de la peña que tenían montada y un compañero se la dio y le dijo:

    - Cópiala rápido que me voy, que tengo prisa, y la copiadora está estropeada.

Quiso el diablo que en el momento en el que Rafa procedía a copiar la quiniela, pasara por las dependencias el mayor responsable de esa medida coercitiva que la empresa le había impuesto, la de no intentar hacer ningún programa más. José Luís - que así se llamaba el sujeto-, también conocido como “Richelieu”, por su personalidad intrigante y maquinadora, haciendo uso tanto de su mala baba como de un discutible sentido de la oportunidad, dijo:

    - Don Rafael, podría aprovechar mejor estos momentos para aprender algo en vez de hacer quinielas de fútbol.

A lo que Rafa, utilizando el arma más peligrosa que tenía –su lengua – le respondió en un tono para que todos los presentes le oyeran:

    - Todo lo que se refiere a mi trabajo, ya lo sé. Y aquello a lo que aspiro a conocer, y que no es de mi trabajo, está bajo llave y hay que pedírsela al amo del calabozo.

El resto de los presentes enmudeció. Nadie se atrevía hablar en ese tono a “Richelieu”. La cosa, aparentemente, se quedó ahí. Pero sólo en apariencia.

Al cabo de unos minutos, uno de los compañeros, que por cierto no estaba presente en el momento de la disputa verbal, pasó por esas dependencias y se hizo eco de algunos comentarios que “Richelieu” había realizado en relación al hecho.

    - Creo que has tenido una discusión con “Richelieu” – dijo dirigiéndose a Rafa.

    - No. Simplemente le he recordado algo que él mismo debería saber y es que en esta empresa, los manuales están bajo llave y para consultarlos, hay que pedir la llave a quien se supone es el amo del calabozo, o sea, él.

    - Pues ha dicho que va a dar parte de ti…….

Rafa, no le dejó terminar la frase a su compañero.

    - Dile al gilipollas de tu jefe, que se vaya a tomar por culo. De mi parte.

El mensajero, después de echar la gasolina al fuego, intentó apagarlo, pero ya era tarde.

Pocos días después, Rafa, recibió una nota oficial del Departamento de RRHH en el que se le acusaba de una falta grave por insultar a un superior y llamarle “gilipollas”. Y que le daban unos días para proceder a enviar un escrito de alegaciones, y que después de ser estudiadas, se procedería en consecuencia.

Rafa, enfureció aún más. Era una persecución personal de este individuo y no iba a consentir que se fuera de rositas. Pelearía hasta el final con todas las armas de las que dispusiera. Dada su buena relación con el Presidente del Comité de Empresa – un individuo cuyo espíritu beligerante hacía de Gengis Khan, una hermanita de la caridad - acudió en busca de consejo.

    - ¿Pero le llamaste gilipollas?

    - Sí, pero no estaba presente. Dice que me oyó. En cualquier caso, siempre puedo aducir que no era un insulto, sino un diagnóstico – intentó esgrimir Rafa.

    - Joder, ¡con el Heidi de los cojones! – exclamó Antonio, el presidente del Comité.

    - ¡Coño! Me acabas de dar una idea, macho.

    - ¿Cuál?

    - Pues decir que no dije Gilipollas, sino HEIDI DE LA POLLA.

    - Jajaja. ¡Ah!, pues eso puede valer. Bueno puede valer, pero te van a castigar igualmente, aunque no con la misma contundencia. Y otra cosa: cuando hagas el escrito, antes de mandarlo, lo vemos juntos. Y después, cuando ya esté todo listo, me lo mandas a mí, al presidente del Comité de Empresa y lo colgamos en el tablón de toda la empresa. Así sabrá este gilipollas – porque estamos de acuerdo, Rafita, es un gilipollas – con quién se las gasta.

José Luís, alias “Richelieu”, también era conocido por otro mote que, como cabe suponer, no le hacía ni pizca de gracia: “Heidi”. El mote despectivo de Heidi, provenía de la frecuencia con la que al susodicho, se le enrojecían los pómulos y los mofletes, confiriéndole una imagen grotesca. Él, sabedor de esta circunstancia intentaba ocultarlo, pero con nulo éxito. Así es que la venganza estaba servida: cualquier empleado de la empresa, en breve podría leer en los tablones de anuncios que un trabajador había sido sancionado por llamar HEIDI DE LA POLLA al tal José Luís.

Rafa argumentó en sus alegaciones, que debía haber una confusión por parte del ofendido; que en primer lugar, dicho señor, no tenía sobre él ningún tipo de jerarquía ni orgánica ni funcional; que al no estar presente, pudo escuchar mal; que todos conocen el mote que le dedican “cariñosamente” de Heidi; y que sin duda, esa respuesta tan fuera de lugar, debía deberse al grado de estrés y crispación que José Luís venía sufriendo durante las últimas semanas, motivado por el volumen de trabajo y responsabilidad.

A Rafa le expedientaron con 3 días de empleo y sueldo.

    - Barato – sentenció Rafa. Me ha salido barato llamar gilipollas a un gilipollas.

En todos los tablones de la empresa, se publicó la sanción y todos supieron identificar desde ese momento a Heidi como Heidi de la polla.

Tiempo después Rafa descubrió por casualidad, que la empresa, estaba dando una beca de formación a empleados para promocionarlos a programadores. La mayoría de ellos eran compañeros suyos del mismo departamento, los cuales, siguiendo órdenes expresas recibidas de “Richelieu”, mantuvieron en secreto ese curso de formación; el mismo curso por el que tanto tiempo había luchado Rafa y por los mismos intereses por los que le habían prohibido hacer programas. También supo, que, a los becarios del curso, se les había llamado para realizar una prueba de admisión en el departamento de RRHH y que todos fueron admitidos.

Esta información finalmente la consiguió de uno de sus compañeros, becario del curso, que avergonzado del trato que se había tenido con él, un compañero suyo, decidió desoír las órdenes de Richelieu y se convirtió en su confidente.

Rafa pensó que los culpables de tamaña afrenta, no solamente era Heidi, sino el propio departamento de RRHH, que, a sabiendas de sus legítimas aspiraciones, le ninguneó y le apartó del curso de formación que sí recibirían sus compañeros.

Nuevamente se puso en contacto con el Presidente del C.E, para informarle. Aconsejado por éste, envió una carta de protesta al Director de Personal, exponiendo su queja por la situación y reclamando las mismas condiciones de igualdad que se le habían proporcionado al resto de becarios. La respuesta oficial de RRHH, fue aducir que “no había superado las pruebas que había realizado”, a lo que Rafa, respondió a su vez:

    - Ignoro a qué pruebas se refieren ustedes. A no ser que hagan referencia a las que realicé hace varios años, cuando me incorporé a esta compañía y que, en ningún momento, tenían como finalidad la de adquirir méritos para recibir una beca de formación en programación años después.

Una vez que ya habían hecho el ridículo y que se había destapado toda la farsa, poco se podía hacer. Los de Recursos Humanos intentaron lavar su imagen y cubrir el expediente, invitándole a realizar un examen de aptitud para acceder a la beca, a lo cual, aconsejado por Antonio, el Presidente del C.E., prefirió renunciar, toda vez que era bien patente que no existía el más mínimo interés por parte de la compañía de proporcionarle ninguna posibilidad de mejora en su carrera profesional.

Aunque Rafa llevaba intentando salir de esa tumba, de esa galera en la que no había ningún futuro, mucho tiempo, en verdad le costó varios años conseguirlo.

Finalmente, al cabo de unos años, Rafa anunció oficialmente y por sorpresa que abandonaba la empresa en el plazo de 15 días. Le habían ofrecido un puesto en una multinacional americana. Ganaría el doble, dejaría de trabajar a turnos y se quitaría de encima a toda esa caterva de indeseables.

Cuentan quienes le escucharon, que cuando Richelieu conoció la noticia, exclamó:

    - Pues habrá que hacer una fiesta.

A lo que Rafa, añadió a quien hacía de mensajero:

    - Pues dile de mi parte a Heidi, que yo pongo el champán.

lunes, noviembre 13, 2023

¿Ciencia ficción?

El mero hecho de salir a la calle era en sí mismo un alarde de valentía. Desde que se había declarado la huelga general, todas las empresas permanecían cerradas, a excepción de aquellas de primera necesidad: alimentación, suministros, farmacias, etc. Y éstas, en su mayoría, estaban protegidas por escuadras de militares con el fin de evitar el pillaje y los asaltos.

Al mismo tiempo, “piquetes informativos” compuestos por ciudadanos adeptos fuertemente armados con palos, barras de metal, puños americanos y demás parafernalia, patrullaban por doquier asegurándose de que todos los establecimientos permanecieran cerrados y aquellos que debían suministrar los alimentos básicos, cerraran después del horario acordado de apertura.

Las montañas de basura acumulada en las calles, como consecuencia de la huelga indefinida de los basureros, era una inagotable fuente de pestilentes olores y de enfermedades, al tiempo que representaba un excelente lugar de recreo para todos los roedores de las ciudades. El fantasma de la peste bubónica comenzó a hacer acto de presencia.

Las barricadas callejeras, improvisadas con los elementos más dispares, alguno de ellos sustraídos a la fuerza tanto de hogares como de empresas, y casi siempre incendiadas, dificultaban el paso de vehículos, que debían detenerse antes los grupos armados que las custodiaban, exigiendo explicaciones acerca de cuál era el origen, el destino y el motivo del traslado de los ocupantes.

A pesar de esta atmósfera apocalíptica y de que se habían prohibido toda clase de reuniones de más de 10 personas, todavía se producían algunas manifestaciones por parte de aquellos que reivindicaban el regreso a lo que fue una democracia; pero a pesar del espíritu pacífico de estas concentraciones; a pesar de ir encabezados por una bandera blanca, individuos incontrolados y sin identificar, reprimían a base de plomo esos fatuos intentos de los ciudadanos que anhelaban un estado libre y de iguales. Los calificaban de contrarrevolucionarios y fascistas.

El país había sido expulsado de todos los foros internacionales en los que había venido participando desde hacía décadas: el FMI, la Unión Europea, la OTAN, la OCDE… Todo se fue produciendo como en un diabólico dominó, en el que las fichas fueron cayendo una tras otra, sumiendo al país en el caos más absoluto y abandonado por todos los que habían sido sus socios poco tiempo atrás.

Las fuerzas de seguridad del estado habían sido eliminadas bajo la acusación de “refugio de fascistas”. En su lugar, una nueva organización de carácter paramilitar denominada “Sociedad Adelante (SA)” actuaba con total impunidad y libertad a la hora de imponer de modo discrecional lo que cada uno entendía como orden y disciplina. No rendían cuentas a nadie excepto a su líder y fundador Carlos Pérezmont.

La Constitución había sido abolida y en teoría, se estaba redactando una nueva, aunque al parecer, los responsables se estaban demorando mucho más de lo esperado en ponerse de acuerdo. Corría el rumor de que dicho retraso no representaba ningún obstáculo a los auténticos objetivos del gobierno, pues ello le permitía gobernar a base de decretos, algo que no parecía preocupar a ninguno de los 32 ministros que formaban el Consejo del Líder, título con el que se hacía llamar el otrora presidente del gobierno.

El país se había vuelto ingobernable, imperaba la ley marcial, el toque de queda, y libertad a las SA para abrir fuego contra todo aquel que incumpliera con las normas establecidas.

La inflación estaba descontrolada porque el gobierno había limitado los márgenes de beneficios de las empresas, había intervenido en el mercado de los precios y todo ello había desembocado en un gigantesco mercado negro, al que todos debían acudir si querían comer más pan, más leche o más pollo del establecido en las cartillas de racionamiento. Escaseaban toda clase de alimentos, pero también el papel higiénico, la gasolina, el tabaco…

Todos los medios de comunicación, tanto radios, como prensa escrita, como digitales, habían sido clausurados mediante una ley que se tramitó por vía de urgencia máxima y fue aprobada en una semana. Dicha ley excluía de por vida a todo medio que difundiera cualquier información que no fuera calificada previamente como VERDAD por el gobierno. Por tanto, sólo había un periódico, una radio y una televisión, que proporcionaban a los ciudadanos una información veraz.


sábado, noviembre 11, 2023

El rosario de la aurora

Cuando en una sociedad de tres, sólo hay uno que se dedica a trabajar, lo normal es que ese proyecto acabe mal, muy mal. Y en efecto, así ocurrió.

Lorenzo, Germán y Rafa, se conocieron fugazmente durante un breve espacio de tiempo que compartieron en un momento de sus carreras profesionales. A pesar de esa brevedad, tal vez por compartir una edad similar, tal vez por tener un bagaje profesional parecido, el caso es que, entre ellos, surgió una buena relación que se mantuvo con el devenir de los años posteriores.

Fue durante una de esas charlas telefónicas, que ayudaban a mantener esa amistad, cuando Lorenzo le comentó a Rafa que estaba pensando en dejar la empresa para la que llevaba 8 años trabajando, - fundamentalmente, fuera de Madrid-, y montar su propio negocio.

-          ¿Y qué piensas hacer? – le preguntó Rafa.

-          Pues de momento, he empezado a estirar la cuerda; ir tomando posiciones y forzar a que, en un momento dado, me indemnicen y me vaya con lo que es mío.

-          Vale. ¿Y después? – insistió Rafa.

-          Pues después, montar una empresa de servicios profesionales – respondió Lorenzo.

-          O sea, sub contratación de personal.

-          Exacto.

-          Pero para eso, lo único que realmente se necesita, es tener contactos en las empresas grandes, que te hagan peticiones y que te los contraten. ¿De dónde vas a sacar esos contactos? – preguntó Rafa.

-          Pues ahí es donde entras tú – respondió Lorenzo-. Yo es que he estado 8 años en Barcelona y la verdad, es que antes de fundar la empresa en Madrid y contactar con clientes de Barcelona, prefiero hacerlo de otra manera. Prefiero dedicarme a las empresas y clientes de Madrid. Y ahí, tú tienes más contactos.

-          ¿Y Germán? – preguntó Rafa queriendo saber a qué se iba a dedicar el tercer hombre.

-          Pues Germán, de momento sigue en su empresa, cómodamente instalado, sin viajar, sin proyecto asignado, con su nómina cada mes y dice que claro, que, con esas circunstancias, no va a poner en riesgo su futuro, tocando a clientes de su empresa actual, para la nueva empresa. O sea, que, de momento, es socio capitalista.

-          Bueno, lo que sucede es que yo no tengo un duro para poner en la empresa – adelantó Rafa.

-          Eso, por el momento, no es problema. Podemos llegar a un acuerdo y no descarto que, en su día, te conviertas en socio.

-          ¿Y cuándo has pensado que podría cristalizar esta idea? – preguntó Rafa.

-          No tengo demasiada prisa, pero quiero que sea en este año. Seis meses, quizá.

-          Vale. Pues ya me tendrás al corriente – dio Rafa.

Rafa, al colgar, pensó que aquel proyecto sería uno de tantos que se desvanece con el siguiente cambio de estación meteorológica. El hecho de que él mismo, no residiera en Madrid en esos momentos y que no tuviera decidido su regreso, eran argumentos de peso que ayudaban a sostener esa idea. De todas formas, como proyecto, no estaba mal y abría alguna posibilidad, más o menos remota, a un futuro más o menos cercano.

En un viaje que realizó a Madrid por motivos totalmente ajenos a este asunto, Rafa aprovechó su estancia y llamó a Lorenzo para mantener el contacto y la llama de la ilusión por el proyecto. Comieron juntos, hablaron de los planes y al terminar la comida, Lorenzo propuso reunirse todos de nuevo: Germán, Rafa y él con las respectivas y comer todos juntos. A Rafa, - aunque en ese momento no tenía pareja, - ya sabía a quién llevaría de acompañante y aceptó encantado la idea.

Al terminar esa comida de grupo, Lorenzo hizo de profeta y vaticinó a Rafa:

-          Tú vas a volver a Madrid, antes de lo que te crees.

A lo que Rafa, respondió ilusionado:

-          Es probable.

Al cabo de un par de meses, Lorenzo había conseguido su propósito de que le echaran de la empresa y le pagaran la indemnización. Por su parte, Rafa, tuvo que cambiar drásticamente sus planes y regresar a Madrid. Parecía que los hados se habían conjurado a favor del proyecto que tenían entre manos y ponían de su parte para que pudieran colaborar todos juntos.

Como en toda start-up, había que empezar desde cero: desde alquilar una oficina hasta comprar los muebles. Rafa, a fin de colaborar en la medida de sus escasas posibilidades, utilizó su ordenador personal para evitar así tener que comprar uno nuevo. Después, hubo que publicar anuncios ofreciendo diversos puestos de trabajo, contactar con todas las empresas, amigos y conocidos, visitarles, hacerles la presentación de la empresa, definir el formato de diversos documentos que deberían utilizarse en la empresa o iniciar diferentes procesos de homologación ante distintos clientes. El trabajo, era arduo, variado, interesante y con mucho volumen. Poco a poco, se iba avanzando, aunque lo cierto era que el ritmo era más lento del deseado y el trabajo, más de lo esperado. Y lo peor de todo, es que no daba beneficios. Y por si todo esto fuera poco, el único que curraba, era Rafa.

Lorenzo, se limitaba a fumar un cigarrillo tras otro, convirtiendo la oficina en una espesa capa de humo, mientras para entretenerse, jugaba interminables partidas de Ma-jong o de buscaminas en su PC. Al menos, pagaba la comida. Algo positivo hacía. Después, a media tarde, a eso de las 17.00 o incluso antes, comenzaba con el whisky. A veces se le unía a la fiesta Raúl, al que un día en el que puso un empeño especial en emborracharse, tuvieron que introducir entre Lorenzo y Germán en su coche a las 02.00 de la madrugada, para que se fuera totalmente borracho a su casa, cerca de la sierra de Madrid. El hecho de que, con anterioridad, ya le hubieran quitado el carnet de conducir 2 años por conducir ebrio, no pareció preocuparle mucho.

Raúl era un antiguo compañero de Rafa de otra empresa anterior, que también se había montado por su cuenta. Fue Rafa el que puso en contacto a Raúl y a Lorenzo. Raúl tenía los contactos que le faltaban a Lorenzo y éste, corría con el riesgo de contratar en nómina a los profesionales que luego sub contrataría a través de los clientes de Raúl.

Fue Rafa quien propició esa unión venturosa, de la que prácticamente no vio un duro. Antes, al contrario, Raúl se creyó con el poder de que podía utilizar a Rafa como secretaria, encomendándole los trabajos que a él no le apetecía hacer, eso sí, con el beneplácito de Lorenzo. Algo a lo que Rafa se negó a colaborar. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Por su parte, Germán aparte de no aportar clientes, ni contactos, ni trabajo, lo único que conseguía era sacar de quicio a Lorenzo con sus constantes quejas, pegas y obstáculos. Era evidente que Germán ni tenía mentalidad de emprendedor, ni la tendría jamás. Todo lo contrario que Lorenzo y Rafa.

Lo más desagradable de las desavenencias entre Lorenzo y Germán, era que normalmente se producían en el bar que había justo enfrente de la oficina y a gritos. Por eso, Rafa, frecuentaba lo menos posible el sitio e incluso en ocasiones, les dejaba enzarzados en su infinita discusión sin solución posible. Eran dos maneras opuestas de entender el mundo laboral, hasta el extremo que Lorenzo, le confesó a Rafa en más de una ocasión que quería separarse de Germán como socio y regalarle un tanto por ciento de la empresa.

Los meses fueron pasando. El negocio no terminaba de arrancar, lo cual, no era muy motivante y, por si fuera poco, el único que trabajaba de verdad, era Rafa. Si ya era difícil de soportar una situación así, lo fue aún más cuando un día se enteró que Lorenzo se había asignado un sueldo a él, otro igual a su pareja – que no trabajaba en la empresa, pero era la administradora, - mientras él, cobraba una mierda.

Era el único que trabajaba, mientras Raúl y Lorenzo se dedicaban a abusar de él, de su buena voluntad y del whisky.

Fue entonces cuando decidió dejar de aportar tanto esfuerzo y vivir algo más relajado. En vez de estar todo el día pendiente del teléfono, sólo en la oficina, se tomaba la libertad de escaparse a El Corte Inglés a hacer alguna compra.

Por su parte, Lorenzo, aunque no hacía mucho cuando estaba en la oficina, al final, pareció que le resultaba más cómodo dejar de ir. Con lo que el único “pardillo”, era Rafa. A pesar de todo, Rafa, con esa lealtad que le caracteriza, siguió luchando por levantar el negocio. Seguía haciendo visitas a posibles clientes e intentaba que aquel desastre de empresa, llegara a buen puerto. O simplemente a uno, aunque no fuera bueno.

Rafa, comenzó a sentir cambios de actitud, de comportamiento, de tonos de voz, de falta de comunicación, de distanciamiento. Su intuición le decía que algo estaba pasando y que no se avecinaba nada bueno. Y por si las moscas, empezó a cubrirse las espaldas, haciendo acopio de documentos, de emails y demás información sensible que pudiera servirle en caso de que las cosas se pusieran tensas. Sobre todo, desde que Lorenzo se empeñó en comprar un nuevo PC de sobremesa y sustituir el personal de Rafa que generosamente había puesto al servicio de la empresa. Como Rafa, de momento, no necesitaba de su PC, lo dejó en la oficina aparcado. Y cuando ya se mosqueó mucho por los cambios que estaba viendo, lo cogió y se lo llevó a su casa. Y ahí lo dejó.

Dice el refrán que “piensa el ladrón…” y algo así debió pasar por la cabeza empapada en alcohol de Lorenzo. Al ver que Rafa se tomaba las cosas con algo más de tranquilidad, sin llegar al pasotismo del propio Lorenzo – que ya ni iba por la oficina – debió imaginar alguna jugada oculta y con malas intenciones. Nada más lejos de la realidad. El que parecía desentenderse del negocio era Lorenzo, que no iba por la oficina, mientras Rafa seguía a lo suyo, aunque a un ritmo menor. Por ejemplo, decidió de forma unilateral, que la tarde de los viernes, era inútil permanecer sólo en la oficina a la espera de recibir alguna llamada. Lo decidió, haciendo uso de la misma libertad con la que en su día, podía estar trabajando hasta las 22.00 de la noche, por ejemplo y a nadie parecía preocuparle.

Fue un viernes, al mediodía, a la salida de una entrevista que había tenido con un posible cliente, cuando recibe una llamada de Germán, lo cual, ya de por sí, era totalmente novedoso, porque Germán no solía hablar con Rafa, salvo momentos muy puntuales.

-          ¿Nos vemos esta tarde en la oficina? – ordenó Germán.

-          No creo. Esta tarde, no voy a estar en la oficina – dejó las cosas claras Rafa. De todas maneras, ¿para qué quieres que nos veamos?

-          Para temas de trabajo – intentó escabullirse burdamente el torpe de Germán.

-          Pues dime. Te escucho.

-          No. Esta tarde, en la oficina.

-          Esta tarde, ya te he dicho que no voy a estar en la oficina. Así es que lo dejamos para el lunes – dijo Rafa.

-          No, el lunes, no. Hoy por la tarde en la oficina. Es tu horario de trabajo y debes respetarlo – dijo el tontoelhaba de Germán.

-          Te recuerdo, que no tengo ningún contrato de trabajo, así es que no seas lerdo y no me vengas con estupideces – le respondió Rafa.

-          ¡Soy tu jefe! – le gritó Germán.

-          ¡Tú eres gilipollas! – fue la contundente respuesta de Rafa. Y colgó.

No estaba dispuesto a que el inútil de Germán que lo único que había aportado al proyecto fueron problemas, se arrogara ahora el privilegio de ser su jefe, cuando ni era cierto ni había ningún documento legal que así lo atestiguara. Había que ser imbécil para presumir de algo semejante.

Al poco de llegar a su casa, Rafa comprobó que el móvil, había sido deshabilitado. No podía ni llamar ni recibir llamadas. Al menos, tenía el suyo propio y todos los contactos del trabajo. Fue entonces cuando se alegró de haber hecho copia de cierta información sensible que no le iba a arreglar sus problemas, pero iba a originar otros a quien se los habían creado a él. Por ejemplo, Lorenzo, mientras lideraba ese proyecto empresarial, seguía cobrando el paro, amparado en que el nombre que aparecía en los papeles era el de su mujer. Y fue entonces cuando se acordó de que tenía su ordenador en casa, el que había puesto a servicio de la empresa.

Lo conectó y aquello, no funcionaba. No hacía nada. La última vez que lo usó en la oficina, funcionaba perfectamente. Tal vez se hubiera dañado algo con el traslado, aunque lo hizo con cuidado, como siempre. Hablaría con su amigo Agustín, que de estos temas entendía más. Por el momento, no tenía PC.

Dejó pasar el fin de semana, sin pensar demasiado en la estúpida bronca que había tenido con el gilipollas de Germán. No sabía a santo de qué le había sobrevenido esa fiebre de “jefe”.

El lunes, se presentó en la oficina como de costumbre. Ya le explicaría Lorenzo o el propio Germán qué mosca le había picado. Pero la sorpresa fue cuando introdujo su llave y no abría la puerta. Llamó y nadie respondió.

-          Han cambiado la cerradura – dijo la portera que veía cómo su intento de abrir la puerta, era vano.

-          ¿Qué? – dijo asombrado Rafa.

-          Sí. El viernes por la tarde, vino el cerrajero y cambió la cerradura. Y ahora mismo, están dentro porque los he visto entrar antes.

Rafa no entendía nada. Agradeció a la chica la información y se marchó directamente a la comisaría más cercana a poner una denuncia. Dentro de la oficina, había pertenencias suyas.

Al cabo de un par de días, mientras paseaba por un pinar cercano a su casa, de pronto se encuentra con Agustín.

Agustín, tenía una empresa y colaboraba con esta de Lorenzo. Fue así como él y Rafa se conocieron.

-          Hombre, ¡qué sorpresa! ¿Qué haces por aquí? – preguntó Rafa

-          Pues es que yo vivo aquí al lado. ¿Y tú? – dijo Agustín.

-          Yo también. En esa urbanización de ahí, - dijo señalando con la cabeza.

-          Ahí vivimos nosotros – dijo Agustín mientras presentaba a su mujer.

Durante unos minutos, estuvieron hablando de lo sucedido, de que Rafa no entendía nada y de que su PC estaba roto. Acordaron que Rafa se pasaría por su oficina al día siguiente para charlar más tranquilamente y de paso, se llevaría su PC para echarle un vistazo.

Al día siguiente, Agustín enchufó el PC y al ver que no aquello no hacía nada, abrió la caja.

-          Pero Rafa, si no tienes el disco duro – le dijo Agustín.

-          ¿Cómo que no hay disco duro? Si ese ordenador tiene 2 discos físicos.

-          Pues aquí sólo hay uno y no está conectado como disco de arranque.

-          ¡Me lo han robado, macho! ¡Esa gentuza me lo ha robado! – exclamó indignado Rafa. – Lo puse al servicio de la empresa y me lo pagan así. ¡Cortándome el móvil, cambiando la cerradura de la puerta y robándome mi disco duro!

Agustín, no sabía qué decir, pero desde luego parecía tener claro que no iba a seguir colaborando con gente que se comportaba de esa forma.

-          No te preocupes, hombre – intentaba tranquilizarle Agustín -. Con el otro disco, salvamos lo que hay, le metemos el sistema operativo y volvemos a meter lo que tenías. Y ya está.

-          ¡Qué gentuza, Agustín! ¡Qué gentuza! Ahora que estos, se van a enterar.

Y efectivamente, Rafa cumplió su venganza.

La empresa de Lorenzo, acabó cerrando con deudas con la Seguridad Social. Germán, fue despedido de su trabajo y después, Germán y Lorenzo, salieron tarifando. La relación con Raúl y sus contactos, duró lo que duran dos cubitos de hielo en un whisky “on the rocs”, según Sabina.

Y Rafa, encontró acomodo en una de las empresas con las que había establecido contacto para colaborar conjuntamente.

 

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