miércoles, mayo 17, 2023

Juanito

Aunque es conocido por todos los vecinos por ese diminutivo, Juanito es todo un señor con hijos que van a la Universidad. La razón de ese apelativo cariñoso y tan común como los motes o sobrenombres en la geografía popular española, se debe, principalmente, a que el tal Juan lleva trabajando en la comunidad como conserje desde que se fundó, hace unos cuarenta años. Se entiende mejor así, que aquel jovencito que fue contratado como ayudante fuera rebautizado como Juanito por los vecinos y que, con el paso del tiempo, con Juanito se quedó.

Todo lo que rodea a Juanito es especial. Es todo un personaje. Una de las curiosidades más rocambolescas entorno a esta entrañable figura es que su contrato laboral es tan antiguo que no existe. Nadie, ni el despacho primigenio que tramitó su contratación hace cuatro décadas, ni siquiera la Seguridad Social, guardan una copia de dicho contrato. Al menos, sí se ha conservado la fecha de alta del mismo, pero, por ejemplo, se desconocen a ciencia cierta cuáles son sus auténticas funciones, su horario y en general todo lo relacionado con las cláusulas habituales de un trabajador por cuenta ajena. Algún guasón – los de Cádiz son muy dados a las bromas y las chanzas – al enterarse de tal circunstancia ha sugerido que tal vez, el contrato desapareciera en el incendio de la Biblioteca de Alejandría o incluso que permanece aún enterrado en las arenas del desierto egipcio, esperando a que alguien encuentre la tumba de Cleopatra y sea capaz de descifrar el mencionado contrato que, tal vez, esté redactado en sánscrito, griego o mediante un jeroglífico. Tal es el misterio que envuelve al ignoto documento.

Las herramientas básicas de trabajo de Juanito la componen la escoba y la manguera. La verdad es que tarea tiene como para no hacer nada más en todo el día. El edificio tiene cuatro plantas, más toda la zona de acceso y jardines, a lo que hay que añadir el garaje, que no es pequeño. Y por lo que se refiere a la manguera, su trabajo no va mucho más allá de ahogar, de vez en cuando, el alcorque de los arbustos.  Pero el verdadero trabajo de Juanito, ese con el que ha sobrevivido cuatro décadas a toda clase de presidentes de comunidad, administradores de fincas y crisis económicas, es el de conseguidor.

Juanito, que es un tipo listo y con la mente muy despierta, hace tiempo que se dio cuenta de que su futuro no podía depender exclusivamente de sus ingresos como trabajador de una comunidad de propietarios. Por eso, fundó su propia empresa de reformas. Gracias a eso, además de su salario por realizar las tareas que se supone deberían figurar en su desaparecido contrato laboral, se dedica a realizar todo tipo de “chapuzas” en la misma comunidad y en las colindantes. Que un vecino quiere hacer un armario empotrado, ahí que va Juanito, pone a un albañil y aparece el armario a los pocos días. Que se necesita un fontanero, Juanito conoce a uno “muy bueno; un artista”. Y lo mismo sucede con los electricistas, pintores, carpinteros, cerrajeros, chicas de la limpieza y todo tipo de oficios relacionados con una vivienda.

De todas formas, Juanito pertenece a esa especie a la que hay que perseguir como a los conejos para dejar zanjado cualquier asunto. Si se te ocurre decirle que necesitas un fontanero y no le vuelves a llamar, olvídate del fontanero. Le llamas el primer día y la respuesta es siempre la misma: “yo me encargo”. Un par de días después, insistes: “ahora mismo lo llamo”. A la tercera la respuesta es: “me ha dicho que va mañana”. Y a la cuarta es cuando le pones el ultimátum. Y así con todo. Pero claro, tiene tantas cosas en su agenda…

Como hombre ocupado que es, su despacho principal es la enorme finca en la que trabaja, lo que, en ocasiones, si necesitas hablar en persona con él, te obliga a darte un paseo por los jardines, el garaje o cualquiera de las cuatro plantas del edificio, aunque lo mejor es que le llames al móvil. Y si todo eso no funciona y no responde al teléfono, ve a tomar un café al bar de al lado, que, dependiendo de la hora, hay bastantes probabilidades de que te lo encuentres allí descansando del estrés. Eso sí, a las dos de la tarde, no lo busques por ningún lado: ha terminado su jornada laboral hasta el día siguiente.

Ni que decir tiene, que, en la Feria de Abril de Sevilla, no cuentes con él. Ni con él ni con nadie en dos provincias limítrofes, que, con eso del AVE, yo creo que va gente hasta de Madrid.

En cuestión de amores, Juanito podría hacerle la competencia al mismísimo Casanova. Divorciado de su primera – y que se sepa, única – esposa, no ha habido nadie que le haya convencido como para pasar otra vez por la firma de papeles. Según sus propias palabras ¿“pa qué, si hay una ristra de tías de aquí a San Fernando haciendo cola”?

Su tiempo libre lo ocupa en correr maratones, hacer deporte y a la caza mayor. La de animales. Dice que está harto de regalar cuartos de venado y jabalí a sus amigos, pero que él sólo lo regala, que no quiere vender a ningún restaurante y que el arcón congelador lo tiene siempre a tope. Pero es que, a ver quién tiene cocina suficiente y medios para cocinar medio jabalí.

Y así, a grandes rasgos, transcurre la estresante vida de Juanito, perejil de todas las salsas, a quien todo el mundo acude en busca de ayuda, de información o de ambas. Lo sabe todo de todos. Todo lo ve y todo lo controla. Pero se escabulle como el agua de un cesto de mimbre. Nadie es capaz de controlarlo y ni te plantees sustituirlo porque se llevaría todos los secretos que encierran los muros de la finca. Es memoria viva de la comunidad y lo que sabe daría para escribir varias novelas. Es un auténtico figura.

 

 

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