Se cumplen estos días dos años desde la aparición del movimiento 15-M. Fue una aparición fulgurante, llamativa, ruidosa y no sé si espontánea o manipulada.
Uno, que ya va teniendo años, a veces estos mismos años le sirven para comparar y con ello, además de proporcionar algo de relativismo a lo que aparentemente es indiscutible, coloca a cada uno en su sitio. Algo que me llamó mucho la atención de ese movimiento fue la aparente "acefalia" o falta de un liderazgo claro y reconocible, y ello me llevó a compararlo con otros movimientos similares que ha habido en la Europa reciente. Me refiero al muy conocido mayo francés del 68 y también al movimiento Solidaridad que surgió en los astilleros de Gdnask, Polonia y que lideró Lech Walesa.
La historia nos ha enseñado que el mayo del 68, tuvo un impacto brutal, no sólo en la Francia de De Gaulle, sino también en el resto de Europa y que a pesar del enorme alboroto, desórdenes públicos, huelgas y demás, el movimiento apenas duró un par de meses y terminó cuando el Presidente convocó elecciones y volvió a ganar con el 60% de los votos. Pero también nos ha mostrado que este tipo de manifestaciones de los ciudadanos, si se quiere que tenga éxito en sus reclamaciones, no basta con ocupar la Puerta del Sol 6 meses, fastidiando de paso a los comerciantes de la zona, trabajadores honrados, que no tienen que ver con el tema. Si se quiere tener éxito o al menos, conseguir algo de eficacia, es imprescindible basarse en ideas, en principios y sobre todo, en personas con pensamiento por delante de la propia sociedad; en filósofos, escritores, sociólogos, en definitiva, gente con ideas avanzadas y con capacidad de influir. Personas de referencia, con peso específico. Y es ahí donde veo la gran diferencia entre aquellos movimientos del mayo francés o de los astilleros de Polonia, con el 15-M y similares: que no hay un sustento ideológico claro, unos intelectuales de referencia, unos líderes de pensamiento. Y ese, es el mal de nuestra sociedad.
Más allá de reclamaciones, manifestaciones, proclamas, eslóganes y frases más o menos ingeniosas o acertadas, de lo que adolece la sociedad española es de pensadores. Nos quejamos amargamente de que nuestra clase política es nefasta, que no están a la altura de las circunstancias, que no calan en la sociedad y que se muestran lejanos, altivos y distantes. Es el fiel reflejo de lo que somos, para nuestra propia desgracia.
Hoy en día, en España, tiene más impacto el nuevo coche que se ha comprado CR7 que un pensamiento filosófico. España está pendiente de si una estrella del fútbol se habla o no con su entrenador o si su compañero ha dejado a su pareja. Nos interesa más si en Gran Hermano enseña las tetas la Milá o si fulano se ha tirado a zutana.
El cine español, tanto que se quejan los actores y directores, no sale de la guerra civil española. Y cuando sale de ahí, es la saga de Torrente. Que me alegro mucho por Santiago Segura, que me parece un tipo muy listo y muy simpático, pero es que nos debería dar vergüenza torera que esas películas sean las que más taquilla hacen.
Los libreros, las editoriales se mueren de asco y Dan Brown, tiene que secuestrar a los traductores para que no le roben el libro por internet.
Lo que faltan son ideas y hombres y mujeres que las publiciten con capacidad de influir. El bueno de San Pedro, recientemente fallecido, aunque es cierto que mostró su apoyo a ese tipo de movimientos como el 15-M, también es cierto que ni él ni ningún otro, fue el adalid, el líder, el punto de referencia, el norte, de nadie.
Los movimientos sociales críticos en España, está huérfanos. Eso hace que todos se quieran apuntar el tanto de "yo he escuchado y he añadido a mi programa", pero no es eso, no es lo mismo. Ya no tenemos a un Ortega y Gasset, por ejemplo y a los actuales pensadores, algunos de ellos simplemente han renunciado a exponerse a un primer plano de la sociedad, porque antes de todo, está el comer caliente cada día.
Y así nos va. Y así nos irá.
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